miércoles, 25 de mayo de 2011

Angelita Trujillo entrevistada por Miguel Franjul

Si Trujillo viviera hoy le daría un ataque al corazón
“No siento ningún odio por Imbert Barrera”

Miami, Florida.-La hija del dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina, Angelita, aceptó entrar en un diálogo amplio y franco con el director del LISTÍN DIARIO sobre muchos aspectos que jalonaron la vida suya y de su familia, tanto desde el poder como en el exilio, ante la proximidad del 50 aniversario del ajusticiamiento de su padre el 30 de mayo del 1961. Ella ha dicho que perdona y que no odia a los que mataron a Trujillo y admite que su padre fue autocrático y que cometió algunos excesos. He aquí la primera parte de la conversación:

Este 30 de mayo, se cumplen 50 años de la muerte de su padre, el dictador Trujillo. ¿Qué usted sintió cuando se enteró de su muerte?
Mi ex esposo (el coronel Luis José León Estévez) recibió una llamada, se puso muy nervioso y salió. No me dijo nada. Entonces yo llamé a mi casa a mi mamá y ella no estaba. Mi papá me había visitado esa noche.

¿A qué hora?
Después que él salió, porque él salió de mi casa, de ahí se fue a donde mamá Julia y bajó para irse a su finca. Era muy tarde y él me dijo: “He venido tan tarde porque estaba esperando comunicarme con Ramfis y Radhamés que estaban en París en esa ocasión y no quería irme a la finca sin hablar con ellos”, y yo le dije: papá, es muy tarde, por qué no te quedas y te vas mañana? Me respondió, no, yo me tengo que ir esta noche. Insistí muchísimo con él, y me dijo, no, yo me tengo que ir. Cogió su carro y se fue.

¿Usted nunca tuvo preocupación que le fuese a pasar algo ese día?
Nunca me pasó por la mente. Él salía solo todas las noches. Salía en un carro oficial, con placa oficial, pero como “Benefactor de la Patria”, salía a pasear, a dar vueltas, a ver...

¿Fue una noche como cualquier otra?
No, él se iba todos los días a visitarme, pero esa noche llegó muy tarde porque quería hablar con Ramfis y Radhamés por teléfono, que estaban en París. Entonces salió de mi casa y al poco tiempo vino la llamada.

¿La noticia de que lo habían asesinado?
No, no me dijeron nada, el ex esposo mío levantó el teléfono, se puso muy nervioso, no me dijo nada y salió. Después llamé y cuando vi que no llegaba pensé: algo tiene que haber pasado, porque no había noticias, porque lo vi tembloroso. Llamé a casa de mis padres, que quedaba patio con patio, o sea, se comunicaba por el interior, y el oficial de servicio me dijo: “Ay doñita, no se preocupe, su mamá salió, pero no se preocupe”. Y yo dije: algo grande está pasando. Cuando mi mamá regresó a la casa me llamó y me dijo: “Ven para acá en seguida”. Yo estaba con mis tres hijos María de los Ángeles, Luis José y Rafael Leonidas. Me fui enseguida a casa de mi madre.

¿Dónde vivía usted?
Yo quedaba en la Máximo Gómez y ellos estaban en la César Nicolás Penson, pero por dentro del patio nos comunicábamos. Llegué a la casa y encontré a mi mamá muy preocupada con mi tía japonesa la hermana de mi papá. Y me dice: “Tu papá desapareció y no se ha encontrado nada”. Yo le dije: “Mamá, mi papá murió. Mi papá está muerto. No te hagas ilusiones, porque a mi papá no lo agarran vivo nunca. Si lo atacaron, él está muerto”. Entonces dije: “Lo único que yo voy a hacer es tomarme una pastilla, porque yo, cuando me digan y me den la noticia de que mi padre ha muerto, yo sé que no voy a resistir”. Entonces me fui. Ramfis tenía como una suite, donde se hospedaba cuando tenía que quedarse a dormir en casa. Ya él estaba casado y tenía su vida más independiente. En eso llegó el doctor Gómez Fabián, de la Aviación, y yo le dije: “Doctor, póngame una inyección, un calmante, porque en el momento en que digan que mi papá está muerto yo sé que no voy a resistir”. Como a las tres o cuatro de la mañana, entró mi tía Japonesa, llorando muchísimo y me dijo que habían encontrado el cadáver de mi papá y me dijo quiénes eran más o menos los complotados. Todavía no se sabía lo de Pupo Román. Para mí fue horrible.

Cuando le mencionaron algunos de los nombres de esas personas, ¿qué usted pensó?
Lo que pensaba era en el dolor que yo tenía de perder a mi padre. Para mí se me estaba acabando el mundo, porque yo era muy apegada a mi padre.

Y supongo que su padre la quería mucho a usted también.
También, y su trato hacia mí era muy cariñoso. Él era muy cariñoso y débil conmigo. Radhamés siempre me decía ve pídele permiso a papá para tal cosa para mí, porque tú eres su ojo derecho.

¿Usted se sentía una niña mimada porque él iba todos los días a su casa?
Sí, todos los días, pero normalmente íbamos todos a la casa de él en la tarde cuando llegaba de la oficina. Él cenaba muy temprano y nosotros no podíamos cenar tan temprano.

¿Cómo tan temprano, a qué hora?
A las 5:30 y a las 6:00 de la tarde, sí, y después se iba a caminar dos horas, por la George Washington, como dos kilómetros, por ahí, y después de comida también, le gustaba caminar.

¿Ese amor no la dejaba a usted ver algunos otros ángulos criticables de su padre?
Bueno, en realidad, yo veía en él un gran estadista, veía la gran obra que él estaba haciendo, que indudablemente era una obra fabulosa y para llegar a hacer una obra como la que él hizo, había que hacer también sacrificios porque él tuvo que pacificar al país, que estaba bajo la montonera de Concho Primo.

¿Pero nunca sentía que en el gobierno de su padre se producía esa represión y había muchas limitaciones, usted no percibía que había represión y limitaciones contra la población?
Yo lo que veía era mucho progreso y un país que iba desarrollándose en una forma increíble. Había que pensar en 1930, cuando él subió al poder, lo que era ese país.

Todavía persisten algunas de sus obras.
Exactamente, yo considero que el país es un museo de Trujillo.

Esa es una expresión nueva.
Exactamente, él creó todo en el país.

¿Y cuál usted cree que fue la motivación que tuvieron esos hombres para matar a su padre?
Por ambición, absolutamente. No fue patriotismo. Eso se ve con claridad y a través de los años se ha visto.

Pero ellos tenían, de alguna manera algún tipo de vínculo con él.
Sí, fueron muy favorecidos, en su gran mayoría. Es que la ambición es una cosa tremenda.

Pero lo que la historia recoge es que ellos querían cambiar el modelo político del país.
Yo no creo que ellos quisieron cambiar el modelo político del país. Yo creo que fue por ambición más que nada y se demostró a través de los años.

Los que participaron en la muerte de su padre, bueno la mayoría, no vivió mucho tiempo para demostrar esa intención.
Bueno quedaron algunos vivos, fueron muy favorecidos.

¿Qué siente usted por ellos?
No siento odio por nadie. Me costó mucho trabajo que se me quitara ese dolor que yo sentía.

¿Le costó mucho trabajo y mucho tiempo?
Yo dije, si yo no puedo perdonarlos, Dios ayúdame a que tú los perdones por mí.

¿Usted los perdonó a ellos ya?
Yo no siento odio, absolutamente por nadie. Los perdono a ellos y a cualquier otro ciudadano dominicano que por su actitud antitrujillista hubiese pensado en matarlo.

¿Si usted se encontrara de frente con el ahora general Imbert Barreras, qué sentiría?
Yo no se cómo se sentiría él conmigo, pero yo no sentiría ningún odio por él, no me daría alegría, no, pero...

Si Trujillo reviviera, en este momento, y ve a su país, ¿qué usted cree que pasaría?
Yo creo que se moriría del corazón.

¿Y por qué se moriría de un ataque?
Si ve su obra, como está la invasión haitiana y esas cosas.

Retomando una pregunta anterior, ¿usted nunca escuchó las versiones de que su padre era muy cruel con sus enemigos, con sus opositores?
Voy a decirte una cosa Miguel, normalmente los que hablan así son las personas que estubieron involucradas en complots contra él para asesinarlo. Dime tú, ¿en qué país donde hay un complot para asesinar un jefe de Estado, no son fuertes?

Tienen que interrogarlos, tienen que ponerlos en la cárcel y muchas veces, como en Cuba por ejemplo, los fusilan. Mi papá perdonó muchas personas que complotaron contra él.

Y de todas maneras, te voy a decir una cosa, también hay muchas personas que se inventan fantasías para hacerse mártires y héroes ante los demás y ante la opinión pública.

Dígame una cosa, para volver al principio, ¿cuándo usted vio a su papá ya muerto?
No, yo no lo vi muerto, no tuve el valor de verlo muerto, no quise verlo. Lo tenían en el cuarto. Yo no fui al entierro ni siquiera, estaba en mi cuarto y me tenían sedada porque yo estaba desesperada, tenía mis niños ahí pequeños.

¿Usted sintió que la Era se derrumbaba con él?
Yo nada más pensaba en la pérdida de mi padre, yo no pensaba en la política ni lo que podría pasar, de lo que nos podían hacer, yo no pensaba en nada... sólo en el dolor de perder a mi padre...

Cuando regresó mi hermano Ramfis de Europa, llegó muy ilusionado con un plan de transición que tenía, pero al no poderlo implementar, salió desilusionado. De todas maneras nosotros, como digo en mi libro, nos habíamos reunido y Ramfis tenía un plan de transición muy aceptable y muy bueno para el país.

¿Y en qué consistía ese plan?
Primero, apoyar al doctor Balaguer para que organizara elecciones libres y cuando hubiera un gobierno democrático en el poder, Ramfis saldría del país, pues a él no le interesaba la política.

Cuando ustedes se retiran del país se dijo que se llevaban una gran riqueza, cuéntenos esa parte de su vida.
La transición a nuestra nueva vida comenzó en París. Allí vivimos un par de años. Luego todos estuvimos de acuerdo para irnos a residir a Madrid donde, después de siete años, con mi primer matrimonio terminado, vine a vivir a los Estados Unidos. Aquí me encontré con el coronel Domínguez, quien desde entonces ha sido mi esposo y si mal no cuento sumamos ya felizmente 43 años de unión matrimonial.

Aunque mi ocupación ha sido siempre de carácter doméstico, puesto que criar y educar correctamente a mis siete hijos es obra de tiempo completo, dejando muy poco tiempo para otras cosas. No obstante, en Europa estudié… Y aquí me incliné por la decoración en la academia de Anita Prist, así como también un curso de bienes raíces.

Después dediqué los siguientes seis o más años a escribir mi libro “Trujillo mi padre en mis memorias” no demasiado tiempo considerando que no soy escritora y la enorme cantidad de información que logré reunir para esta obra. Dicho sea de paso, te puedo decir que actualmente estoy a tiempo completo dedicada a la traducción de mi libro al idioma inglés.

Para las lecturas, no me gustan los libros ni las películas de ficción. En la biblioteca de mi casa abundan los libros de historia que me fascinan y que leo cuando el tiempo me lo permite. En cuanto a las películas Luis Jose se ríe porque yo digo que la última vez que fuimos al cine, fuimos a ver “Tora Tora”. A él no le gusta ir al cine pero ahora, con los adelantos tecnológicos, puedo ver en mi casa las películas clásicas de Hollywood que son las que más disfruto porque no muestran violencia y son inspiradoras y se pueden ver en familia. Y de último, lo más gratificante de todo, el tiempo que pasamos con los nietos. Es lo más adorable que tenemos los abuelos.

¿Con qué realmente se quedó la familia y qué fue lo más valioso que perdió?
El Consejo de Estado decretó la Ley de Confiscaciones, pero mucho antes de nosotros salir del país, le habíamos sometido al presidente Balaguer una correspondencia en la cual le informábamos que nuestra familia había tomado la decisión de crear, con la mayor brevedad posible, una fundación llamada “Rafael Leonidas Trujillo” la cual recibiría y sería propietaria única de todos los bienes que poseía la familia Trujillo Martínez, incluyendo todos los bienes de mi papá y los de mi mamá.

Esta fundacion sería administrada por el clero, un consejo de prestigiosos individuos que nada tuvieran que ver con nuestra familia. Los beneficios de dicho conglomerado serían para beneficio directo y exclusivo del pueblo dominicano como era la voluntad de mi padre. Este proyecto está ampliamente detallado en mi libro. A la salida de Ramfis aún no se había terminado y por eso todos esos bienes fueron confiscados por el Consejo de Estado y paulatinamente sustraídos, robados, pillados. Hicieron una verdadera piñata. Y lo más triste es que nadie jamás ha tenido que responder ante la justicia por semejante crimen.

Lo más valioso que perdimos fue el tiempo necesario para, formalmente, traspasar la posesión de nuestros bienes a la fundación, como era la voluntad de mi padre. Para que esos cuantiosos beneficios los disfrutara el pueblo dominicano.

¿Es cierto que los hijos de Trujillo quedaron en la ruina después de la desaparición de su padre y de la salida forzosa del país del resto de los suyos?
Miguel, bien sabes que la familia Trujillo era o es muy larga, y me imagino que a algunos les tiene que haber ido mejor que a otros, pues eso de la economía es así. Pero yo espero que todos hayan sabido nadar y guardar la ropa, como decimos allá.

Por mi parte solo puedo referirme a los Trujillo Martínez. No es un secreto que mi papá mantenía un control absoluto de las divisas. No sé si leiste en mi libro que en una ocasión mi papá se enteró que mi tía Japonesa y mi tío Luis Ruiz habían enviado un giro de $150,000 dólares al exterior. Los llamó al despacho y le dijo cuanto le disgustaba eso de sacar dinero al exterior, pero todo quedó aclarado al demostrar que esa suma era para cubrir el pago de una maquinaria nueva para la fábrica de zapatos Fadoc de su propiedad.

De manera que ninguno de nosotros tenía dinero fuera del país. Quiero aprovechar para testimoniar algo que también dejo bien claro en mi libro. Ninguno de nosotros recibíamos asignaciones del gobierno, ni contratas. Mi papá, que recibía millones de los ingenios azucareros y de la finca de San Cristóbal, cubría nuestras necesidades. Ramfis creó algunas industrias, como la Chocolatera, la fábrica de pintura, los Molinos Dominicanos, y nosotros éramos accionistas, así es como cada quien fue dándole forma a su economía. Claro, siempre asistido por la generosidad de mi padre.

Fue a raíz de la descomposición política de los últimos meses cuando consideramos que era prudencia necesaria tener algún dinero fuera del país. Mi papá, al enterarse, molesto le dijo a Ramfis: “Y ya te estás preparando para salir huyendo p...”

Quiero dejar constancia que en el capítulo VII pág. 360 de mi libro queda ampliamente demostrado y de manera irrefutable que mi papá, en ningún momento, tuvo fuera del país ni un solo centavo, ni bienes de ningún otro género. Nosotros cuando salimos no teníamos un consorcio, sino que cada quien era responsable de lo suyo.

A Ramfis le gustaba comentar de su éxito económico en un mercado tan competitivo como el europeo, pero murió cuando apenas tenía 40 años. De mi hermano Rahdamés no es mucho lo que puedo decir, pues su independencia, además de económica, era física también. En cuanto a lo que a mí respecta, le puedo asegurar que si me quejara sería muy ingrata.

Pero nosotros, mi mamá, cuando nosotros éramos pequeños, sacó una cuenta para cada uno de nosotros, para mi hijo menor, Rafael Leonidas Trujillo Martínez, allá estuvo poniendo dinero todos los años y logró sacar esas cuentas y de esas cuentas es que nosotros hemos vivido toda la vida. Nosotros no sacamos un centavo de las inversiones que habían allá en Santo Domingo. Mi mamá sabía la idea de mi papá, él decía “yo de aquí al cementerio” y nunca quiso sacar un centavo de la República Dominicana.
Todas las inversiones las hacía allá.

Desde entonces hasta ahora, ¿cómo ha vivido Angelita Trujillo?
Indudablemente que desde que nací hasta las 21 años que salí del país, yo viví una vida privilegiada por las atenciones de mi madre, el amor de mis padres, mis hermanos, muy buenas amistades que todavía conservo aparte de unas cuentas que han fallado, pero muy buenas amistades que están siempre y han sido muy consecuentes y sinceras conmigo.

Empezamos a vivir allá en París, estuvimos más o menos un año allá, de ahí fuimos de vacaciones a Madrid, mi mamá se entusiasmo porque sus padres eran españoles y quiso. Allá había muchas personas que ella conocía, tenía familiares allá en España y quiso que nos fuéramos todos a vivir a España. Allí viví 6 años más o menos hasta que terminó mi primer matrimonio entonces vine a Estados Unidos, donde encontré, nos encontramos el coronel Domínguez y yo, nos casamos.

¿Qué tiempo tienen ustedes ya de casados?
Tenemos 43 años.

¿Cuántos hijos tienen?
Son 3 del matrimonio anterior y cuatro del segundo.

¿Qué usted hace hoy, como vive, a qué se dedica?
Ahora mismo estoy traduciendo mi libro al inglés y después de terminar el inglés lo voy a traducir al francés también.

La familia Trujillo sigue siendo vista con muchos recelos en el país. ¿Qué ha significado para los hijos, nietos y biznietos de Trujillo llevar este apellido?
Llevar el apellido de mi padre es para mí, y afortunadamente para mis hijos, un privilegio y un honor.

Los enemigos políticos de mi padre han querido satanizar su nombre, pero a nosotros, conocedores de la verdad, nadie nos puede confundir.

Mi padre nació en San Cristóbal en el 1891, periodo de muchas limitaciones, por lo que su educación fue muy limitada, pero él era un ser excepcional, poseedor de cualidades que pocas veces se aunan en un sólo individuo. Superando todos los escollos, ingresó en el Ejército y a los ocho años era ya su jefe y un par de años después era presidente de la República y como si todo eso fuera poco, más tarde la universidad le entregó un doctorado…

Ya en la Presidencia, se trazó un ambicioso plan para sacar el país de la miseria y el atraso en que vivían los dominicanos y elevarlo al nivel de respeto y prestigio internacional de que gozaba en 1961.

Pero eso no vino como el maná del cielo, sino que fue un arduo proceso de lucha que comenzó con la pacificación del país en esos años difíciles de Concho Primo. Priorizó la creación de un sistema escolar que diera educación y cultura a todas las generaciones presentes y futuras del país entero.

Luchaba intensamente para sanear la economía recuperando las aduanas intervenidas y saldando la deuda externa. Para crear entonces un sistema financiero como el que tenemos hoy en el país.

Llevó a cabo programas sociales que hacían falta por todo el territorio. Los servicios públicos y de higiene se podían comparar a los de los países más adelantados del mundo. Asombroso fue también todo el inmenso programa de obras públicas. La electrificacion del país, construcción de carreteras, puentes, muelles etc.

Luego el impresionante desarrollo agrícola que tuvo el país, exportábamos arroz, habichuela, carne… hasta leche llevaba un avión carguero a Puerto Rico, al que le lamaban El Lechero. Otra hazaña fue la dominicanización de la frontera. Y así cientos y cientos de obras por todo el país.

De manera que al evaluar esa monumental obra de gobierno, ¿cómo podría yo permitir que moralistas sin moral me quiten el orgullo que siento de ser hija del hombre que construyó esa nación?
listin.com.do

1 comentario:

  1. Que juzque Dios no el pueblo, el que lo sabe y conoce todo. Nadie tiene derecho a quitarle la vida a ningun ser humano, tampoco somos quien para conednar.

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