miércoles, 13 de abril de 2011

Relato

El niño de la calle

Por: Cherry Encarnación
cherryencarnacion@hotmail.com

Con apenas 3 años de edad, salió a buscar el pan de su casa donde los vecinos más cercanos, día tras día en diferentes hogares encontraba el desayuno, la comida y la cena, encontrándose cada día con nuevos vecinos pero en lugares mas y mas distantes de su hogar.

Sus primeros cursos los realizó en parque y plazas, pidiendo dinero a los transeúntes, hasta que un día cualquiera se juntó con otros niños mayores que el con quienes a fuerza de voluntad compartía lo encontraba.

Cuando cumplió los 10 años de edad, ya vivía en la calles y se cruzaba con problemas por el control de las áreas donde deambulaba, sus principales contendores eran limpiabotas, limpiavidrios, parquiadores, recogedores de basuras, drogadictos, delincuentes, prostitutas e incluso con policías y militares abusadores que los depreden en mucho caso de los bienes obtenidos durante el día.

A los 15 años edad, éste había sido arrestado en más de una ocasión por robo, intento de atracos, violación de menores y otros delitos, a esa corta edad ya era un gran conocedor y consumidor de todo tipo de drogas y alcoholes, controlando y dirigiendo a otros niños para que igual que como él lo hizo desde niño, salieran de sus casas a buscar el pan (o su mismo tipo de vida).

A los 17 años de edad, ya era padre de un niño que engendró con una niña de 15, la que conoció en las calles, ya no era el niño de los 15 años, ahora el nuevo padre no pedía ni atracaba, sino, que mantenía su familia de las drogas que se convirtieron en su negocio y el medio de sustento de su familia.

Con 18 años de edad, aquel jovencito que salió a los 3 años de su casa de puerta en puerta donde los vecinos a pedir un pan y que luego deambuló por parques y plazas, ya era uno de los delincuentes más reconocido, odiado y respectado, querido y asechado en su áreas de operaciones.

Una noche mientra dormía con su esposa, se presento a su casa una patrulla de la Comisión de Drogas, acompañado del ministerio publico para practicarle un allanamiento, en el lugar le fueron encontrado 100 bolsitas de cocaína, 70 de crack, una libra de marihuana, dos balanzas y 30 mil pesos en efectivos, todo esto lo convertía ante los tribunales en un importante distribuidor de sustancias controladas.

Pero como todo lo que pasa en Junamacutia, (pueblo imaginario) Como por arte de magia al día siguiente ya estaba en su casa, junto con su familia, fruto de que no se le presentaron ningún cargo en su contra y aquel joven honorable y ejemplar digno representante de la juventud de su comunidad, volvió a sus negocios con el que sustentaba el hogar, solo que cada semana tenía un gasto mayor fruto de que le subían el peaje que debía repartir entre sus padrinos del sistema.

Dos años pasaron y el negocio creció, ya tenía ayudantes, deliberys y nuevos puntos de distribución, todos bajo su mando, su esposa con ya 18 años de edad y un bebe de 3 años, estaba nueva vez embarazada, esta vez de una niña, lo que lo hacia el hombre más feliz del mundo al completar el par de hijos.

Aquel joven ya adulto, que cuando niño caminaba descalzo con ropa carcomida por el sucio, la inmundicia y pobreza extrema en la que creció, conducía el o uno de sus guarda espalda los mas costosos vehículos del año , vivía en una mansión, comiendo de los mejores y variados platos de la comida criolla e internacional en los restaurantes más caro de Junomacutia y del país, este a su vez, era acompañado de hermosas mujeres y amigos ricos con los que disfrutaba gastarse grandes sumas de dinero en tan solo una noche, gracias al prospero negocio en que estaba metido.

El mismo día que nació su niña, aquella noche del 26 de diciembre del 2010, este perdió el apoyo de quienes los protegían, siendo su casa nueva vez allanada, sin ser esta vez este el lugar donde guardaba las drogas que distribuían sus empleados, en el expediente judicial expresaban que en la residencia del señor Kinston Pérez fueron decomisado 200 kilos de un polvo desconocido presumiblemente cocaína, junto a varias armas de guerra, miles de municiones para estas y de otras armas de diferentes calibres y 10 millones de pesos en efectivos.

Cuando estando en el hospital este se entero de lo sucedido, muy confiado de su posible inocencia como en casos anteriores, se quedo en la habitación junto a su esposa y su niña recién nacida, en menos de 20 minutos luego de su morada ser allanada, este fue arrestado en el hospital donde fue a acompañar a su mujer en el parto ¡diablo me jodieron! fueron sus primeras palabras, tomando su celular para realizar varias llamadas (ninguna de estas sin éxitos), llamo a su contacto en los cuerpos castrense, a sus amigos políticos, a sus abogados, pero nadie le atendió al teléfono, sus jefe no aparecieron, este fue llevado a una cuartel de máxima seguridad donde ninguno de sus socios y protectores fue a saber de su detención, horas mas tarde, les fueron confiscado sus vehículos, casas, cuentas de banco y demás vienes.

Dos días mas tarde en las 48 horas reglamentaria según las leyes de Junomacutia, este fue presentado antes los tribunales, ante toda las pruebas presentada en su contra por todo lo encontrado en el allanamiento a su residencia y otros establecimiento de su propiedad, este fue conducido al penal de Juanamacutia, a cumplir un año de medida de coerción impuesta por los tribunales, al mismo tiempo que se le confiscaban todos los vienes y eran puestos en custodia por el ministerio publico.
A los dos días de su llegada al reformatorio o centro penitenciario de Juanamacutia, este fue asesinado durante un supuesto motín en la cárcel, donde se encontró con antiguos enemigos y personas que él mismo había metido al medio.
Su escuela fue la calle, su universidad las drogas, estudió para delincuente y se gradúo Magna Cum Laude con la muerte.

Diga usted la moraleja.

Nota: este relato es parte real y otro imaginario de lo que viven algunos niños de las calles en la Republica Dominicana.

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