Cayo Confites, 1947
Por Tiberio Castellanos
El autor es periodista
Pero, no es la historia completa. Sólo un fragmento. Sucede que caminando por La Pequeña Habana (ahora con más catrachos y nicas que cubanos), entro al nuevo local de la sección hispánica de la Biblioteca Municipal de Miami, calle Primera y Avenida 14 del S.W. y me pongo a hojear un grueso libro de Carlos Franki. A decir verdad me entretuve más en las muchas fotos que trae el libro, algunas de las cuales eran novedosas para mí.
Pero, recordando que Franki y Julio César Martinez trabajaron juntos un tiempo, me dediqué a buscar qué decía en su libro el cubano de su amigo dominicano. Y así encontré este capítulo sobre Cayo Confites, del cual trancribiré unos párrafos, solamente.
Entre los mil cubanos que se enrolaron en la expedición contra Trujillo en 1947, llamada Cayo Confites, por el sitio de ese nombre, en la costa de Camaguey, no faltaba Fidel Castro --entonces uno más--.
Los jefes cubanos de la expedición: Manolo Castro, presidente de la FEU ; Rolando Masferrer y Eufemio Fernández, jefes de MSR, grupo rival de la UIR, del que Fidel formaba parte, no lo aceptaron en sus batallones; entonces Castro se unió al grupo dominicano de Juan Bosh (curiosamente, Franki no menciona aquí a Juancito Rodríguez figura muy importante allí, lo que me hace pensar que no le contaron completa esta historia).
Castro, como tantos otros, participó en la proclamación de Pichirilo Mejía como capitán del barco expedicionario que un día por impericia encalló, cargado de dinamita y de parque en la costa, en medio de un violento nortazo que provocó la fuga hacia la otra punta del Cayo del contingente, en una gran confusión. Mejía, con un barril y un remo, se tiró al mar al anochecer; parecían escenas de una película de aventuras con sabor de pirata; se acercó a la nave, subió y, con dos o tres marineros voluntarios, la desencalló y alejó de la costa, en lugar seguro, con el unánime aplauso de todos y allí mismo fue proclamado capitán.
Pichirilo Mejía, que era un lobo de mar dominicano, divisó días después una embarcación que espiaba la expedición y la identificó como La Angelita, goleta del General Trujillo. Con un grupo de voluntarios, entre los que estaba naturalmente Fidel, Mejía persiguió y capturó la goleta trujillista.
Aquella noche el grupo, viendo que la expedición no partía, propuso a Juan Bosch invadir Santo Domingo bajo su jefatura, cosa que éste rechazó.
La expedición fracasó y es apresada por la Marina de Guerra del gobierno de Grau, que la había apoyado; a causa del largo tiempo transcurrido, y el escándalo internacional, nunca se supo el porqué de aquel interminable esperar en un Cayo sin vegetación, a la vista de barcos y aviones.
La expedición, que tenía mil quinientos hombres, armas y recursos, hubiese podido crearle un serio problema a Trujillo, que por aquella época tenía un ejército mal armado. Después se armaría hasta los dientes.
Después de apresada la expedición, al entrar a la Bahía de Nipe, de noche, Mejía disminuyó la marcha de la nave y dió un bote a Castro para que escapara con otro prisionero. Castro, maestro del mito, hizo desaparecer el bote de la leyenda. Mas dramático nadar hacia la costa, en la más grande bahía de Cuba, infestada de feroces tiburones, aquella noche oscura e ir después a esconderse (en Birán, la finca del padre, bajo la tutela del teniente Mirabal, amigo y "protector de la familia").
Castro, efectivamente, no aparece en la lista oficial de Cayo Confites, que hicieron al ser apresada la expedición y detenidos varios dias los participantes; muchos de los cuales serían después figuras determinantes en Santo Domingo, a la caída de Trujillo, y en Cuba, en la lucha por la libertad: Daniel Martín Lavandero, jefe del batallón Guiteras, veterano comandante de la República Española, moriría en una fuga del Castillo del Príncipe; Carlos Gutiérrez Menoyo, capitán del mismo batallón, sería el jefe militar y héroe del ataque a Palacio, donde murió con él expedicionario Luís Gómez Wanguemert, otro dirigente del Directorio Revolucionario; el Niño Calá, teniente de la expedición fue asesinado cuando el asalto al Moncada. Enrique Rodríguez Loeche, segunda figura del Directorio Revolucionario, moriría en desgracia, castigado por Castro después de la Revolución.
Pichirilo Mejía, el timonel del Gramma, en desacuerdo con el carácter comunista de la Revolución, se iría de Cuba y moriría de héroe dominicano en 1965; Pablo Martinez, exiliado dominicano, seria asesinado por Batista; Julio César Martinez, periodista y revolucionario dominicano, sería el impresor de toda la propaganda clandestina contra Batista, de 1952 a 1957; al triunfo de la Revolución regresaría a Cuba y, disgustado por la detención de Húber Matos, cuya expedición había ayudado a organizar en Costa Rica en 1958, rompería con Castro y moriría mas tarde en su patria.
Un abrazo,
Tiberio Castellanos
sábado, 30 de abril de 2011
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