"Cuando la tuve en mis brazos tan pequeña e indefensa, olvidé la rabia que sentía por mi hija de 15 años, porque traicionó mi confianza, al entregarse a un tíguere que sólo la embarazó. A las pocas horas, el fruto de aquella funesta relación murió, y aunque ha pasado el tiempo, vive en mí el remordimiento por el fallecimiento de mi nieta, debido a que abandoné a su madre al destino que se trazó".
El testimonio es de una madre que nunca imaginó que su hija, a quien hacía poco tiempo le celebró su fiesta de 15 años, en vez de asistir a la escuela como le hacía creer, se escapaba para encontrarse con un joven mayor que ella, que vive en extrema pobreza y sin el mínimo deseo de superación.
Sus palabras reflejan el drama familiar que causa el embarazo de una hija adolescente. En este caso la madre, una empleada privada, que pide omitir su nombre, narra que cuando descubrió el "mal paso de su hija", por los malestares propios del estado de preñez, su impotencia y dolor fue tan grande, que la sacó de su casa y de su corazón.
"Se la entregué ( al novio), no respondía a sus llamadas telefónicas, y a pesar de pedirme perdón y que la dejara volver a la casa porque estaba pasando hambre, además de que debía hacer los quehaceres donde la suegra, mi enojo pudo más".
La situación se mantuvo hasta que recibió una llamada telefónica de médicos de la maternidad de Los Mina, pidiéndole que se presentara, porque tenía que elegir entre la vida de su hija y la de su nieta.
Ella no se decidió por ninguna, pidió a los especialistas que salvaran a las dos, pero la falta de alimentación, de medicamentos y de atenciones periódicas del médico provocaron la muerte de la bebé cuatro horas después de nacer, dejando un sentimiento de culpabilidad en ella y el retorno de su hija a la casa materna.
La investigadora social, Marija Miric, quien trabaja el tema de embarazo en adolescentes, hace una diferencia entre las reacciones que provocan los embarazos de menores de 16 años de la clase popular y de la media y alta.
En el primer caso, dijo que en los sectores populares la familia aceptan con naturalidad el embarazo y que socialmente lo validan con la unión de pareja, es decir, que si tiene una relación estable, a la familia no le parece mal.
"El problema es cuando queda embarazada de un tíguere, el tipo se va y ella queda en la familia", expresó.
Informa que estudios de muestran que después de un primer momento de rechazo a la joven, una vez nace el bebé, los dos reciben mucho apoyo familiar.
En las clases media y alta, la noticia sí provoca escándalo y lo atribuye a que son otros patrones que se manejan.
Sobre el riesgo de morir, Miric dijo que no hay prueba de que los problemas de salud que enfrentan no se deben tanto a problemas biológicos, sino a sociales, porque las muchachas esconden los embarazos, no acuden atención temprana, ni se alimentan debidamente, como muestra el testimonio.
Marija Miric dijo que en sus investigaciones no han encontrado que el embarazo en sí aumente la pobreza, sino que está vinculado a la falta de política del Estado que les provea de lugares adecuados para dejar sus hijos y la posibilidad de prepararse para un empleo. Asegura que la mayoría de las embarazadas adolescentes quieren estudiar, pero en las escuelas no se lo permiten, al menos que sea en el turno de la noche y que eso la expone a la violencia que caracterizan los barrios donde viven.
jueves, 10 de noviembre de 2011
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