Equilibrio inestable, decía. A una mujer volátil hay que medirle los piropos porque un exceso de ellos pueden parecerle síntoma de debilidad o de inseguridad. Ella sabe lo que vale y no necesita que se lo repitas a menudo. No puede pensar que ése es el peaje que pagas por su compañía. No puede sentirse imprescindible porque si parte de tu lado lo será más. Y ese sentimiento muchas veces será más satisfactorio que tu enclenque amor.
A una mujer volátil no hay que ofrecerle el oro y el moro, sino que hay que regatearle satisfacciones. No se le invita a un viaje a París (mucho menos, a Ciudad Real) a las primeras de cambio a no ser que sea un plan profundamente hedonista, a no ser que la raptes a la puerta de su trabajo con un descapotable, un cinturón de tachuelas y lo puesto y le digas que no aceptas un no por respuesta.
A una mujer volátil no hay que ofrecerle una cita con la familia o los amigos si ella no te lo ha pedido o ha llegado a sugerir que no le importa cargar con tu pesada maleta sentimental. Ella puede transigir con que tú te acerques donde ella y su ecosistema ambulante pasta un viernes a las 2 de la madrugada, pero de ahí a la reciprocidad va un trecho.
La razón que legitima su hosquedad es que ella no te ha buscado a ti, y por eso tus amigos dicen que es etérea y te sobrevuela. Se me ocurre la metáfora del pájaro que tenía las alas de cera y se acercó demasiado al sol. El resultado, obviamente, y casi siempre, es game over.
Sin embargo, puede llegar un momento en que ella se deje llamar "tu novia", que acepte ir a celebrar el santo de tu padre a Pizza Jardín o que te compre unas pilas alcalinas para el transistor a la vuelta de la peluquería porque así se lo has pedido en un whatsapp. Ahí estás legitimado para pensar que casi estáis. Y ese casi es importante porque es sinónimo de una más temprana o más tardía hostia emocional. La razón es que la crees mejor que tú. Y cuando huele eso, sólo es cuestión de tiempo.
Y nosotros te enseñamos a olerlo para que lleves a cabo estrategias de reconquista antes incluso del gran hasta la vista. Puede que si eres capaz de anticipar el problema consigas orquestar una solución a tiempo.
1. Evade las caricias, los besos y tus acercamientos.
2. El sexo ya no surge de una manera natural y espontánea. En las jornadas de edredón y peli te para las manos en seco o te devuelve un beso cerrado. Uno que cierra el grifo del (eventual) siguiente.
3. Se va a la cama antes (con esa mascarilla de Estée Lauder y una rodaja de pepino en cada ojo) o después que tú (atraída por el sonido de tus ronquidos).
4. Cuando tenéis sexo, no te mira a los ojos o los tiene en blanco
5. Consulta los zumbidos wasap en medio de las conversaciones que mantenéis o los planes que compartís TODAS Y CADA UNA DE LAS VECES. De verdad, todos son más importantes que cualquier trifulca con el retrasado mental de tu jefe o tu disección pormenorizada del último gol de Higuaín.
6. Comienza a criticar a tu familia y amigos (merecida, pero recurrentemente) cuando nunca antes pareció importarle que tu hermano le pellizcara el culo.
7. Te dice que te estás poniendo fondón. Te dice: "¿Estás perdiendo pelo, no?"
8. Comienza a salir con sus amigas a todas horas.
9. Cuando le preguntas qué le pasa te contesta que “nada”. Ups, perdón, eso no tiene que ser indicativo de nada. Me comentan que es un estado basal.
10. La pillas montándoselo con tu mejor amigo en la mesa de la cocina.
Ninguna de estas 10 señales es muy alentadora y debes entender que tienes casi todo perdido. En caso de que varias de ellas se den simultáneamente (que te diga que estás calvo durante un peleado coito con ojos en blanco), vete haciendo testamento, pero si de verdad la quieres a tu lado, dale sedal y quema las naves diciendo a todo que sí (incluso a lo de cenar en casa de sus padres tres veces en una sola semana).
Porque es la única posibilidad te queda. Y no nos das pena, porque lo mismo que te llevará a la tumba es lo que te atrajo de ella.
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