Jarabacoa. La elaboración y venta de arepas y
yaniqueques es una tradición que data desde hace décadas en el tramo
carretero entre Jarabacoa y La Vega. Los productos sirven de sustento a
decenas de familias del área que los han convertido en su principal
fuente de trabajo.
Para decenas de vendedoras informales, los ingresos diarios, producto
de la venta, oscilan entre los quinientos pesos en los “días flojos” y
dos mil quinientos en los días “buenos”. No obstante, otros que han
diversificado la venta, y le han agregado agua y refresco, aseguran que
venden hasta ocho mil pesos al día.
Los puntos de ventas de estos
negocios, dirigidos en su mayoría por mujeres, están instalados
mayormente en casetas al aire libre, ya sea de bloques o madera y en
plena calle; otros en las galerías de las casas y algunos que han
prosperado han construido pequeñas estructuras cerradas donde se
resguardan de las inclemencias del tiempo.
De estas casetas
proliferan decenas en la vía, aunque no todos abren a diario, según la
vendedora Katty Tejeda, porque esta no es la mejor temporada para la
venta, pues al finalizar el verano, las visitas a Jarabacoa disminuyen.
Costumbre. El
fogón de leña y los calderos grandes (pailas), son las herramientas de
trabajo de quienes hacen arepas. La materia prima consiste en harina de
maiz, leche de coco, leche evaporada, nuez moscada, pasas, canela y
vainilla. Estas las ofertan tanto dulces como amargas.
Katty
Tejeda, quien lleva unos quince años dedicada a la venta de torta y
yaniqueques, asegura que con la venta de esta se sustenta su familia
compuesta por cinco miembros: su esposo, tres hijos y ella.
Tejada
dice que lo máximo que vende en un día laboral es mil trecientos pesos y
a veces quinientos, pero los fines de semana y días feriados, venden
más de dos mil pesos.
Juliana Capellán, quien lleva 21 años en el
negocio, en el que comenzó cuando apenas era una niña, asegura que de
ahí se mantiene su familia de once miembros, y que el negocio lo inició
una hermana suya, aunque desde hace años, está ella sola al frente.
Profesión
heredada. Turca Capellán, quien lleva cuarenta años elaborando arepas y
yaniqueques, recuerda que fue su abuela quien la inició en esto “y como
no hay otra profesión aquí, desde ese entonces la vendo para
subsistir”.
El tramo carretero donde además de las arepas y
yaniqueques se expenden dulces de cocos y escobas de guano en muchos de
los negocios, inicia en las Cruces de Bayacanes y termina donde está la
imagen de la Virgen de La Altagracia, en la carretera que va hacia
Jarabacoa.
Deleite de dominicanos y extranjeros
La libra de arepa regularmente se vende desde cuarenta a cincuenta
pesos, pero esto depende del cliente, ya que a decir de Turca Capellán,
tienen clientes fijos que le compran cierta cantidad y a los que les
reducen el precio. Pero si les venden a extranjeros, el precio aumenta. A
una inversión de quinientos pesos le saca hasta dos mil pesos.
Los yaniqueques, pastelitos o disco, como también se les llama, se
venden a dos por 25 pesos, al igual que los turrones o dulces de coco.
La labor comienza con la salida del sol, y ya a las ocho las arepas
están hechas, a excepción de los domingos que son los días que más se
venden, por lo que se ven precisados a elaborar tortas hasta las doce
del mediodía.
Las casetas o puntos de ventas abren temprano en
la mañana y, por lo general, cierran a las once de la noche. Juliana
Capellán asegura que ella vende todos los días, por lo que no tiene días
libres. Todas las casetas están pintadas por la empresa que fabrica
harina de maíz Mazorca, la que se encarga de darles mantenimiento a
cambio de la promoción.
Tradición
Katty Tejeda,
Vendedora
“Esta tradición inició
hace muchos años, pero las personas que comenzaron con eso yo no las
conocí, porque ya eran personas muy mayores, pero les agradecemos que
hoy en día nos ganamos el sustento gracias a su iniciativa, por lo menos
mi familia, de cinco miembros, se mantiene con esto”.
Juliana Capellán,
vendedora
“En un día
promedio, a veces se venden dos y tres tortas, ya que son grandes y
nosotras las vendemos por libras a los transeúntes. Los días que menos
vendo, vendo alrededor de quinientos pesos, y los que más, hasta dos
mil. El negocio lo inició hace un tiempo mi hermana y ahora estoy yo al
frente.”
Turca Capellán,
vendedora
“Vienen más
dominicanos que extranjeros a comprar. Regularmente, cuando bajan de
Jarabacoa, compran de una a diez libras (de arepa) para llevar a sus
casas. Como yo vivo de esto, garantizo la higiene, la tapo con tela
metálica para evitar los insectos y le pongo papel para cubrirla del
polvo”.
ELCARIBE
sábado, 24 de septiembre de 2011
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