Washington, 23 sep (EFE).- El Satélite de
Investigación de la Alta Atmósfera (UARS, por su sigla en inglés), que
tiene el tamaño de un autobús y pesa más de 5,5 toneladas, caerá en la
Tierra entre las 03:00 y las 07:00 hora GMT de este sábado y podría
hacerlo sobre Canadá, África o Australia, según el último cálculo de la
NASA.
La agencia espacial estadounidense (NASA) detalló en un comunicado
emitido a las 23:30 GMT de este viernes que, durante esas cuatro horas
en las que se prevé la caída, el satélite estará pasando sobre Canadá,
África y Australia, así como sobre vastas áreas de los océanos Pacífico,
Atlántico e Índico.
Al igual que ha hecho en los últimos días, la NASA
volvió a insistir hoy en que el riesgo para la seguridad de las
personas es "muy remoto", puesto que lo más probable es que impacte en
el agua, que cubre más de tres cuartas partes de la superficie
terrestre.
A primera hora del día la agencia espacial ya
había adelantado que la caída del satélite, prevista en principio para
hoy por la tarde hora del este de EE.UU., se iba a retrasar.
La actividad solar, el factor que adelantó el
reingreso del satélite a la atmósfera previsto en principio para finales
de septiembre o primeros de octubre, ya no es determinante en la
velocidad de caída del satélite, que ralentizó su descenso por "un
cambio en su orientación o configuración", según la NASA.
Los científicos calculan que el satélite se
despedazará al entrar en la atmósfera y que al menos 26 grandes piezas
del artefacto sobrevivirán a las altas temperaturas del reingreso y
caerán sobre la Tierra.
Una vez que el UARS impacte en la atmósfera, las piezas supervivientes solamente tardarán unos minutos en caer en la Tierra.
La probabilidad de que alguno de los restos del
UARS, que pesa 5.675 kilogramos, alcance a una persona es muy remota,
según la NASA, que la cifra en una entre 3.200.
De hecho, la agencia asegura que, desde el
comienzo de la era espacial, no se ha confirmado ningún caso en el que
haya resultado herida una persona por un objeto espacial durante la
maniobra de reingreso.
Como medida de precaución, la Administración
Federal de Aviación de EE.UU. (FAA, por su sigla en inglés) emitió el
jueves una alerta para los pilotos sobre el satélite, calificándolo como
un "peligro potencial".
"Es fundamental que todos los pilotos y miembros
de la tripulación reporten cualquier desecho especial observado",
remarcó la FAA en un comunicado.
En el caso de que los restos del satélite caigan
en un área poblada o cerca de una, las Fuerzas Armadas de EE.UU.
advierten de que los ciudadanos no deben tocar estas piezas, sino avisar
del hallazgo a las autoridades.
Ante los rumores que han circulado por Internet de
que las piezas podrían contener material radiactivo, la NASA se ha
visto obligada a desmentirlo y ha aclarado que la recomendación de no
tocar los restos del ingenio radica en que son afilados y pueden cortar.
Además de por razones de seguridad, los ciudadanos
no deben tocar los restos porque son propiedad del Gobierno de EE.UU.,
de manera que, tal como insisten las autoridades, "no pueden venderse a
coleccionistas ni a través de la página eBay".
El transbordador "Discovery" transportó en 1991
este satélite, diseñado para medir los cambios atmosféricos y los
efectos de la contaminación, y que emprendió su camino de regreso a la
Tierra hace seis años.
Pese a la expectación generada, el astrofísico
Jonathan McDowell, de la Universidad de Harvard, explicó a la cadena de
televisión CNN que el UARS está lejos de ser la basura espacial más
grande que ha reingresado a la Tierra.
"Esto no es nada comparado con el viejo Skylab de
los setenta, cuando había una estación espacial de 70 toneladas cayendo
desde el cielo", recordó McDowell.
Algunas piezas del laboratorio estadounidense
Skylab, que se desintegró y cayó en el Océano Índico en 1979,
aparecieron en Australia. EFE
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