'Solo', el peligroso ‘hacker’ autista que persigue EEUU
Gary McKinnon 'Solo', el pirata informático que entró en las redes del Pentágono en una imagen de archivo (Getty Images)
La información.com
Tras la muerte de Osama Bin Laden, el hacker británico Gary McKinnon 'Solo' ha subido puestos en la lista de los más buscados del FBI. El Gobierno estadounidense no perdona que este informático autodidacta con síndrome Asperger –una forma de autismo– violase y ridiculizase los sistemas de seguridad electrónica del Pentágono. Tras una década de litigio judicial, la semana pasada Barack Obama y el primer ministro británico, David Cameron, acordaron su extradición.
Gary McKinnon 'Solo', el pirata informático que entró en las redes del Pentágono
Como cualquier niño que vive en los suburbios de Londres, Gary McKinnon no tuvo una infancia sencilla. Pero además, su dificultad para comunicarse e interactuar con los demás no facilitó las cosas. Desgarbado y acomplejado, McKinnon se convirtió pronto en la presa predilecta de los abusones, matones y delincuentes juveniles del barrio. Todos le veían como un buenazo que no servía para nada y su futuro pasaba por engordar las listas de enfermos mentales del servicio de salud británico.
Todo cambió el día de su 14 cumpleaños. El regalo de su madre, una consola Atari 400, hizo que su talento comenzase a brotar. Como casi todos los afectados por el síndrome Asperger (una forma de autismo), empezó a demostrar su potencial con las matemáticas y la informáticas. McKinnon no era capaz de comprender el mundo en el que vivía, pero era feliz rodeado de algoritmos, comandos y microchips.
Sin embargo, por aquel entonces, en la conflictiva década de los 80, dedicarse a la informática no era una opción para un joven sin apenas cultura y que dejó el colegio con 17 años. McKinnon decidió cambiar los teclados por las tijeras de peluquero, una profesión más mundana y apropiada para un chico de los suburbios. Así pasó unos años: cortando el pelo por las mañanas y aprendiendo informática en la clandestinidad de su habitación por las noches.
Harto de las extravagancias y los malos modos de los cockney –clase trabajadora y en ocasiones poco culta que vive en las áreas más deprimidas de Londres–, McKinnon decidió apuntarse a un curso de programación en la Universidad del Norte de Londres. Pocos meses después colgaba de la pared de su habitación el título de administrador de redes.
Su sueño era parecerse a David Lightman, el protagonista de la película de 1983 Juegos de Guerra. Como Lightman, McKinnon fantaseaba con colarse en la red de ordenadores con más seguridad y protegida del planeta, la del Pentágono. Sin embargo, en lugar de evitar una guerra nuclear, su intención era mucho más banal: descubrir si el Ejército estadounidense guardaba información secreta sobre extraterrestres, su otra gran pasión. Gary creía en la existencia de platillos volantes y estaba seguro de que el Gobierno norteamericano ocultaba información sobre ellos.
La fantasía comenzó a convertirse en realidad en febrero de 2001. Por aquel entonces, McKinnon llevaba una temporada en paro. Había renunciado a su trabajo en Corporate Business Technology, una empresa de telecomunicaciones, porque le resultaba demasiado aburrido. Pasaba los días en su casa londinense del barrio de Wood Green, al norte de Londres, donde se entretenía buscando agujeros de seguridad en diversas redes informáticas.
Una noche, desde la casa de la tía de su novia, inició un metódico ciberataque que se extendió durante 13 meses, y en con el que consiguió penetrar en los archivos de hasta 97 agencias federales, entre ellas el FBI, la CIA o la Nasa. La única pista que dejó fue su apodo, 'Solo'. Junto a él, un mensaje parpadeante en las pantallas de los ordenadores asaltados decía “vuestra seguridad es una basura”. De hecho, según reconoció el pirata informático a la cadena de televisión BBC, una de las cosas que más sorprendió es que en muchas de las redes en las que se infiltró, algunas de ellas supersecretas, había ordenadores con la contraseña aún sin activar.
Casi cinco meses de investigación llevaron al Departamento estadounidense de Justicia ante el culpable del mayor ataque cibernético de su historia. Gary McKinnon fue detenido en Londres el 19 de marzo de 2002. Su gran error fue desoír uno de las principales reglas del hacker: nunca hagas nada ilegal desde casa.
Durante casi una década las autoridades británicas han detenido el proceso de extradición de Gary a los Estados Unidos alegando que habría que analizar detenidamente la repercusión de su encarcelamiento, debido a su autismo. Sin embargo, la visita de Barack Obama a Reino Unido la semana pasada parece haber desenconado el proceso.
Finalmente “el mayor ciberterrorista del mundo” -como lo define el FBI-, que acaba de cumplir 45 años, no logrará evitar la extradición al país de las barras y estrellas. Allí se podría enfrentar a una pena de entre 70 años de cárcel y cadena perpetua por un ataque que McKinnon reconoció que fue “ridículamente sencillo” de llevar a cabo. El hacker dejó en evidencia a todos los cerebros informáticos estadounidenses, y ni siquiera necesitó un acceso de alta velocidad a internet. Demasiado humillante como para que caiga en el olvido.
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