miércoles, 1 de junio de 2011

Crónica

Corregir es podar, criticar es chapear

Por: Alejandro María
El autor es abogado y político


Decía mi abuelo que el que corrige es como el que poda. Ambos hacen su trabajo con amor y en beneficio del hijo corregido y del árbol podado. En un jardín, el que poda recorta ramas muertas o que obstaculizan el desarrollo de la planta. Tumba hojas secas, limpia el tronco, hecha agua y abona.

En el jardín de la vida, el que corrige a un hijo, lo hace con ejemplos, primero, señalándole conductas positivas, evitando las inadecuadas, vicios y hábitos que le impiden crecer y desarrollarse hermosamente. Se le prodigan palabras de estímulo y cariño. Caricias nutrificantes. La ternura lo invade todo.

El jardinero es un padre o el padre es un jardinero.
Lo que sí es que ambos han creado el jardín o el hijo, le respetan sus desvíos en la búsqueda de luz, en dirección al sol.

Por eso un jardín chapeado es como dice Perales “…un campo devastado”.
Al escribir, recibo la fuerte luz del sol, el impacto del ruido que llega de la calle, la mirada indiscreta del transeúnte, lo que no era ayer cuando llovía y las gotas caían en las hojas, en los pétalos y en “ la hierba mojada”.
Más luz y calor, menos vida e intimidad y ambiente para la reflexión y el trabajo.

Al observar a mi hija Emé recuerdo a mi Abuelo y, me pregunto, si yo seré un chapeador o un jardinero.

El que chapea disfruta lo que corta, mientras más corta, más disfruta…mayor “ belleza” de la desolación…

Es como corregir a Emé introduciendo un bisturí en forma de crítica, apabullarla, como comprimir las ramas cortadas,

Luego mediante una manguera de reconvenciones, trato de lavar su herida y no observo que el cielo esté nublado y que lloverá.

Al podar, acariciamos para que duela menos: al corregir, usamos palabras de aliento para que la luz del porvenir sane la herida de la corrección.

El que chapea mira hacia los lados, se cansa del trabajo, el que poda sostiene con cuidado la rama, se fija en donde cortará, para no desgarrar, para evitar dolor.
El que corrige usa cada frase con cuidado, la expresa con amor y la enmarca con una sonrisa. El chapeador humano, no mira al corregido, sino que lo reta, cada frase es una daga, cada gesto una amenaza y cada conclusión una condena.

Las rosas blancas, rojas, rosadas, margaritas moradas, el penacho rojiamarillo, los claveles multicolores, el arco iris de las orquídeas, …todo chapeado, el jardín desolado o desrrosado.

Un jardinero es como un Padre, corrige, maquilla, organiza, estimula, orienta, dirige, disfruta el fruto de su trabajo cuando observa una flor, una planta cualquiera al igual que ante la sonrisa de su hijo, al percibir el frescor de la brisa oxigenada por los árboles del entorno o cuando recibe el abrazo del hijo.
Para qué hacer un jardín si es para chapearlo.

Para qué tener hijos si es para humillarlos, desmotivarlos, ¡!!cortarles el porvenir!

Ahora en primavera, un campo devastado es un campo triste o que produce tristeza, como un adolescente taladrado por una crítica desahogativa.
En el jardín de la vida de un adolescente, que nuestra intervención sea de un jardinero no la de un chapeador.

Que la intervención en nuestro jardín sea como un padre, como un jardinero, que le duele podar y lo hace por el bien de las plantas.

Seamos jardineros de nuestro jardín y podadores de nuestros hijos.
Ambos producen felicidad, tienen vida propia, cada cual en su relación directa con Dios!!

Seamos jardineros de la vida.

Nota:Olvidé decir que esto es una crónica.

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