miércoles, 18 de mayo de 2011

Mundo

Un “encantador de jurados” para defender a Dominique Strauss-Kahn 
Strauss-Kahn con su abogado
El presidente del FMI tiene claro que la persona adecuada para sacarle del embrollo en que se ha metido es Benjamin Brafman, un tenaz abogado especializado en clientes de perfil alto.
Strauss-Kahn con su abogado

Cuando el pasado sábado la Policía detuvo al director del Fondo Monetario Internacional (FMI) acusado de violación, Dominique Strauss-Kahn tenía claro que la persona adecuada para sacarle del embrollo era Benjamin Brafman, un tenaz abogado especializado en clientes de perfil alto.

El mismo letrado al que recurrieron Michael Jackson, el rapero Jay-Z o el productor y empresario musical Sean Diddy Combs cuando tuvieron problemas con la justicia. A pesar de que sus apenas 1,65 metros le han costado numerosas burlas a lo largo de su vida, cuando Benjamin Brafman entra en un tribunal se acaban las bromas y sale a relucir el duro carácter de uno de los mejores abogados defensores de Estados Unidos.

Este neoyorquino criado en el barrio de Queens, manipulador y elegante, es capaz de convencer al jurado la inocencia de un mafioso confeso con la misma facilidad que evita la cárcel a un empresario pillado con las manos en la masa lavando dinero para el cártel de Cali. Según la revista New York Magazine, Brafman “es el tipo de abogado que consigue la libertad para gente que nadie lo esperaría”.

Sus antiguos clientes y sus amigos lo definen como “sabio y con agallas, un encantador de jurados”. Por el contrario, sus detractores, que son numerosos entre los abogados de la Gran Manzana, le acusan de ser un Maquiavelo del derecho: cínico, con pocos escrúpulos y capaz de estirar los límites de la legalidad hasta hacer valer aquello de el fin justifica los medios. Quizá por eso, a este hijo de inmigrantes centroeuropeos huidos del Holocausto no le asusta el reto de demostrar ante el juez que Dominique Strauss-Kahn no es el depredador sexual que retratan los medios de comunicación.

“Estamos convencidos de que es un caso muy defendible”, aseguró el abogado pasado lunes tras conocer de mano de la juez Meslissa Jackson los cargos a los que se enfrenta el director del FMI. Quienes le conocen, como su compañero y rival Fred Hafetz, destacan que “su credibilidad” y “el sentido del humor” son su mejores armas en el tribunal. Según Hafetz, su Brafman ha acuñado una frase que en muchas ocasiones repite en su alegato final y en la que se mofa de su propia estatura: “el fiscal quiere que crean su historia, y yo medir 15 centímetros más, pero ninguno de los dos vamos a ver nuestros deseos cumplidos hoy”.

Para Mark Geragos, letrado con el que Brafman compartió la defensa de Michael Jackson en 2004, cuando el rey del pop fue acusado de abusar sexualmente de un menor en su rancho de Neverland, Brafman es “el abogado perfecto” para Strauss-Kahn “por su experiencia y éxito defendiendo acusaciones similares” y por su probada “habilidad para lidiar con los medios de comunicación”.

De hecho, a este profesional del derecho licenciado por la Universidad de Ohio que se pagó la carrera actuado como humorista en hoteles para judíos nunca le ha temblado el pulso delante de las cámaras. Ni se inmutó cuando decenas de periodistas le preguntaron cómo había conseguido rebajar los cargos por agresión del rapero Jay-Z, ni siquiera cuando convenció al jurado de que los 100 testigos que habían visto a Sean Diddy Combs empuñar un arma se equivocaban, y mucho menos aún cuando hizo pasar a un histórico matón de la mafia neoyorquina, Sammy el toro Gravano, por poco más que un chico de barrio incomprendido.

Lo selecto de su clientela le ha valido que su propia esposa, Lynda, le haya bautizado como H.P., siglas que, a diferencia de su significado en español, en inglés se refieren al perfil alto (high profile, en inglés), de sus defendidos. Además, Brafman tiene una filosofía muy particular a la hora de justificar la pormenorizada elección que hace de sus clientes. “No todo el que técnicamente es culpable de violar la ley es una mala persona”, ha declarado en una entrevista para el portal educativo judío BabagaNewz.com.

El abogado de DSK afirma que muchos de sus clientes “son buena gente a los que han llevado por el mal camino hasta que han cometido algún delito”. Sin embargo, para el experimentado letrado esto “no significa que tengan que ser destruidos por ello”, a la vez que reconoce que parte de su labor es “ayudar a que recuperen su vida”. Sorprende que, a pesar de haberse ganado su reputación como infalible abogado defensor, Brafman inició su carrera al otro lado de la sala, persiguiendo a los malos como ayudante del Fiscal del distrito de Manhattan.

A lo largo de sus cuatro años en el ministerio público, participó en 24 casos de los que sólo perdió uno. Mientras, por las noches, estudiaba un master en derecho penal. Sin embargo, se dio cuenta que persiguiendo a los malos nunca se haría rico y, en 1980, montó su propio despacho con un préstamo de 15.000 dólares del abuelo de su mujer.

Tres décadas después cuenta con una cuenta bancaria repleta de ceros, varias propiedades en Nueva York y una espectacular mansión familiar a las afueras de la ciudad, todo ello pagado a golpe de talonario por políticos, estrellas en apuros y mafiosos arrepentidos. Incluso ha conseguido calmar su vanidoso gusto por la ropa gracias a Diddy Combs, quien tras salvarle de una más que probable condena le ofreció suministro de por vida de ropa de su marca Sean John.

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