sábado, 12 de febrero de 2011

Egipto celebra el adiós de Mubarak con alegría e incertidumbre

El régimen de Hosni Mubarak ha finalmente caído tras 18 días de continuadas protestas

El Cairo amaneció tranquila tras una noche de celebraciones por la caída del presidente, destituido por el Ejército tras 18 días de protestas populares. La Plaza de Tahir va recuperando la normalidad. El expresidente podría enfrentar juicios. Suiza ya le congeló parte de sus activos.

La Plaza Tahir, epicentro de las protestas, recupera poco a poco la normalidad, los militares han empezado a desmontar las barricadas y la gente se organiza para limpiar el lugar. Existe una sensación de misión cumplida entre los egipcios, que sin embargo no descartan volver a las protestas si el nuevo Gobierno no cumple con sus promesas democráticas.

En el Parlamento, otro de los lugares donde se ha acumulado la tensión en los últimos días, las barricadas ya han desaparecido. El tráfico en toda la ciudad recupera el bullicio y el ruido habituales, según reporta El País de España.

El país ha empezado a caminar hacia un futuro lleno de esperanzas. No puede esperar un camino fácil, pero el primer paso ha constituido un momento casi aéreo de orgullo y euforia. La algarabía se extendió durante todo el día de ayer (11/02) como una fuerza imparable capaz de arrasar un régimen.

Los egipcios han demostrado en 18 jornadas extraordinarias que la unión entre las nuevas redes sociales y las viejas manifestaciones puede derribar cualquier muro. La esperanza es la tónica del presente egipcio si bien existe mucha incertidumbre por lo que quedó y por lo que vendrá.

Egipto entero canta y baila. Los clásicos sirven para cualquier ocasión: "Nuestra canción habla del pueblo, de los pobres que no tienen nada pero lo pueden todo y luchan por su libertad, porque son fuertes y tienen convicciones y dignidad", gritaba Samer Maher mientras sus amigos bailaban con los brazos alzados chasqueando los dedos al compás de una canción de Said Darwish.

"Es el mejor día de mi vida". "Es lo que siempre quise para mis hijos"."Tengo 27 años y nunca pensé que podría elegir al próximo presidente. En unas elecciones libres, en democracia.... Este es solo el primer paso, mañana estaremos otra vez en Tahrir". Todo el mundo tiene una historia que contar esta noche en la plaza Tahrir.

En los tanques, los soldados tratan de contenerse mientras de todas partes surgen espontáneos que les besan o cubren con banderas.

El Ejército ha asumido temporalmente el poder, con la promesa de una "transición pacífica" hacia "una sociedad democrática". El papel de los militares en la victoria que los egipcios celebran ha sido considerado fundamental por un pueblo que puso en ellos sus esperanzas, pero temió por un momento haberse confiado demasiado. Durante los primeros minutos los jóvenes soldados no se atrevieron a unirse a la celebración, pero el pueblo empujaba fuerte y no fueron capaces de mantener la serenidad mucho tiempo. Sin perder el control de la situación, manteniendo las identificaciones y los cacheos, los militares terminaron uniéndose a la fiesta.

Los grandes momentos históricos, y el de ayer lo fue sin duda, se resumen en pocas palabras. Como la breve declaración de Omar Suleimán, el vicepresidente que intentó heredar un régimen y fue engullido por los acontecimientos: "En las difíciles circunstancias que atraviesa el país, el presidente Hosni Mubarak ha decidido abandonar su cargo. Ha encargado al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas que dirija los asuntos del Estado". Eso fue todo. Segundos después, como si 80 millones de egipcios hubieran estado escuchando el mensaje televisado, el país entero estalló en júbilo.

El tono desafiante que Mubarak y el propio Suleimán habían utilizado la víspera, la inmensa decepción y rabia que habían provocado en la multitud, han quedado lejos en un instante. Probablemente ambos sabían, cuando aparecieron en televisión el jueves por la noche, que el poder se les escurría de las manos. Mubarak habló esa noche con un amigo personal, el ministro israelí Benjamín Ben-Eliezer, y le confesó que había llegado el final de su era. "Solo aspiraba a marcharse con dignidad", comentó Ben-Eliezer. Ni eso consiguió. En el último momento, solo pudo huir en helicóptero de un palacio rodeado por manifestantes. Con el colofón habitual en estos casos: la congelación de su fortuna, estimada en muchos miles de millones de euros, por parte de los bancos suizos.

La tranquilidad, las dudas y la esperanza se mezclan a primera hora con las peticiones de que el 'rais' sea juzgado y los rumores sobre su marcha de Egipto.

Presión del Ejército

Los mandos militares hicieron saber a Mubarak, en algún momento del jueves (10/02), que su resistencia ya era inútil. Los generales, sin embargo, no han querido empujar hasta la calle al que había sido su héroe y seguía siendo un amigo y un jefe respetado. Eso explicaría los confusos comunicados del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, el incomprensible discurso de Mubarak, mezcla de arrogancia, sentimentalismo y minucias constitucionales, y la confusión que dominó la jornada. "Hubo un pulso oculto entre el Ejército y el dúo Mubarak-Suleimán", explicó a la edición digital de Al Ahram el general Safwat el-Zayat, exdirigente de los servicios secretos egipcios.

Ante Egipto se abren enormes esperanzas. También grandes incógnitas. El nuevo máximo dirigente, el general Mohamed Tantaui, se dirigió anoche a la nación para decir que el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas estudiaba la situación y sus próximas medidas, para homenajear a los jóvenes "mártires" de la revuelta y para rendir tributo a Hosni Mubarak por "sus sacrificios en tiempos de paz y de guerra". De Tantaui se esperaba una tutela temporal en la transición hacia la democracia. Eso era lo que había prometido en un anterior comunicado: conducir pacíficamente a los egipcios a una sociedad democrática. El Ejército ya había prometido levantar el estado de excepción cuando la gente desmontara el campamento de la plaza de la Liberación.

Sus primeras órdenes, no confirmadas oficialmente, han consistido en la destitución del Gobierno y en la disolución del Parlamento. En cualquier otra situación, esas decisiones serían interpretadas como el inicio de una dictadura de los espadones. En Egipto han puesto fin a un sistema tiránico, cruel y corrupto hasta la médula. El hecho de que el general Tantaui no mencionara siquiera a Suleimán se he interpretado como una ruptura seca con el poder caído. No ha habido el menor intento de simular alguna continuidad constitucional con el pasado.

Nueva generación de políticos

Conviene recordar, en cualquier caso, que Tantaui es amigo de Mubarak y le ha sido fiel hasta el final. Y que los generales de mayor rango, Tantaui y el resto de los miembros del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, han sido parte esencial de la dictadura y se beneficiaron de la corrupción. El Ejército se negó a disparar contra la multitud en los momentos más críticos de la revuelta y eso, además de acrecentar su prestigio entre la población, permitió que la caída del régimen no conllevara un baño de sangre. No existe indicio alguno, sin embargo, de que los generales sean fervientes demócratas, ni de que estén dispuestos a renunciar a su poder y privilegios. Cabe suponer más bien lo contrario. La evolución de Egipto hacia un sistema de libertad y justicia no ha hecho más que empezar.

La mayor potencia del mundo árabe dispone, al menos, de una nueva generación de políticos. No son los ancianos Mohamed el Baradei o Amr Musa, que desde el inicio de la revuelta se postularon como posibles futuros presidentes de un Egipto democrático, sino los 20 o 30 jóvenes profesionales que organizaron a través de Facebook y el correo electrónico una revolución inspirada en la de Túnez, pero de volumen y consecuencias mucho mayores. El líder de ese grupo, Wael Ghoneim, ejecutivo comercial de Google en la región, casado con una estadounidense e ideológicamente liberal, representa mejor que nadie tanto el rostro como el impulso de una generación egipcia que desea libertad política, económica, social y religiosa, en un sistema capaz de integrar con igual comodidad a los Hermanos Musulmanes, a los profesionales laicos y al Egipto profundo, rural y analfabeto.

Las últimas 48 horas de Mubarak

El ya renunciado presidente egipcio pasó las últimas horas en una base militar antes de huir en helicóptero con su familia a Sharm el Sheij, según reporta El País.

Nada hacía prever que en uno de los helicópteros que cruzaban el cielo de El Cairo, huía el odiado Faraón. Hosni Mubarak se fue, junto con su familia, a Sharm el Sheij, a orillas del mar Rojo, en el extremo sur de la península del Sinaí. Poco después de aterrizar en ese enclave donde Mubarak gustaba de celebrar sus cumbres internacionales y entretener a los mandatarios extranjeros, el dictador comunicó que dejaba su poder en manos del alto mando militar.

Según el gubernamental diario Al Ahram, Mubarak pasó las últimas 48 horas de sus 31 años de gobierno sin oposición en una base militar donde le fue garantizada su seguridad. El hombre que no dejó crecer la hierba bajo sus pies siguió resistiéndose a escuchar las demandas de libertad de su pueblo pese a que el miedo le impidió dormir en su cama presidencial sus 2 últimas noches de Gobierno.

Acosado por un pueblo que se ha puesto en pie, Mubarak se ha refugiado en su preciada península del Sinaí, que logró recuperar para Egipto en 1982, después de que su predecesor, Anuar el Sadat, firmara la paz con el vecino que se la había arrebatado en la guerra de 1967. Tal vez el anciano mandatario, de 82 años, confía en diluirse entre los millones de turistas de Sharm el Sheij y escapar al proceso por asesinato y apropiación indebida de fondos públicos que algunos miembros de la oposición piden contra él.

Fuentes militares dijeron a Al Ahram que Mubarak permaneció en la base porque las circunstancias no permitían los movimientos de la comitiva presidencial. Pese a ello, el faraón se permitió, en la noche del jueves, burlarse de su pueblo por última vez. En representación de millones de egipcios que sueñan con ser dueños del destino de su país, decenas de miles de personas se habían congregado en la plaza de la Liberación para escuchar juntas lo que se esperaba fuese el mensaje de despedida del rais. Lo que oyeron, sin embargo, es que se quedaba hasta las elecciones de septiembre próximo. La plaza estalló en un grito de furia: "¡Fuera, fuera!".

Ayer (11/02), antes de que trascendiera su huida, miles de manifestantes marcharon hacia el palacio presidencial, rodeado de alambradas y protegido por tanques, además de por la guardia presidencial, que declaró, a primera hora de la tarde, que mantenía la seguridad del recinto. Fue necesario esperar a que Mubarak se instalase secretamente en Sharm el Sheij para escuchar al vicepresidente Omar Suleimán leer un breve comunicado que indicaba que el faraón había cedido el poder al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas. Ninguna televisión, ni nacional ni extranjera, logró captar la imagen de la huida, aunque fue la cadena Al Arabiya la primera en anunciar que Mubarak había aterrizado en una base del sur del Sinaí.

El expresidente va acompañado, al menos, por su esposa, Suzanne, y su hijo Gamal, de 47 años. Los intentos de poner en marcha una dinastía hereditaria que consagrara como presidente, en otros comicios fraudulentos, a Gamal fue uno de los detonantes de la revuelta que acabó con las aspiraciones de Mubarak. Gamal dimitió el pasado 4 como líder del gobernante Partido Nacional Democrático, junto a la cúpula de este. El primogénito de la familia, Alaa, es un próspero hombre de negocios que vive en El Cairo y nunca mostró aspiraciones políticas.

Nacido en mayo de 1928 en el delta del Nilo, Mubarak entró en las fuerzas aéreas en 1947. El antiguo piloto de bombarderos salió de la capital en helicóptero pero ha declarado en sus dos últimos mensajes a la nación que no se irá del país. "Moriré en la tierra de Egipto".

Tras 300 muertos en los 18 días que ha costado echarle del poder, según la organización Human Rights Watch, parece difícil que Mubarak no sea llevado ante la justicia. El tiempo dirá si finalmente no elige el exilio para escapar a un proceso, con el colofón de que Suiza congeló pocas horas después buena parte de su fortuna, estimada en varios miles de millones de euros.

Nueva etapa en Oriente

La caída del rais, celebrada por USA y Europa, abre también una nueva etapa en Oriente Próximo. Mientras Israel y Arabia Saudí han expresado su inquietud por el cambio, los islamistas de Gaza, Irán y Líbano lo ven como una oportunidad. Tras las revoluciones de Túnez y Egipto, millones de ciudadanos árabes y norteafricanos han constatado que pueden elegir su propio destino.

La ola de cambio en el mundo árabe que empezó en Túnez se extiende ahora a Argelia, donde está prevista una manifestación masiva para esta mañana.

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