Evocación de una noche
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Por: Emerson Fortuna Batista
El autor es abogado y escritor
emersonfortuna@msn.com
(Esta es una hitoria ficticia cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia)
-Debemos ir a mi casa-le contesté-allá tengo más dinero. Debo llamar a la policía, y concluir el whisky que acaba de irse en mi carro.
-De ningúna manera- contestó ella-mí plan B es mejor.
-¿Ajá?-respondí un tanto desanimado, pero a la vez ansioso de saber que se le había ocurrido a esta bella, misteriosa y algo loca mujer-¿Cuál es?
Ella sonrió de forma picara (si que me encantaba esa sonrisa, cada vez que se dibujaba en su rostro me gustaba un poco más).
Se levantó un poco el vestido, y llevaba una liga en el muslo, muy arriba, pude ver su ropa interior, con bastante dinero, sacó un poco y ofreciéndomelo dijo:
-No sé por qué los hombres guardan su dinero en la cartera cuando hay estudios de que lo dejan en su casa, se les pierden o se las roban.
Yo nunca había oído hablar de ese estudio, pero no le dije nada, y pensé: "yo nunca guardo dinero en mi cartera más que pocos menudos", pero tampoco llevaba más dinero aquella noche. Esa era la razón principal por la que deseaba ir a mi casa. No quería pasar por el cajero ya que la noche perfectamente pudo haber acabado en mi apartamento, aunque a fin de cuentas así sucedió.
-¿Y que vamos a hacer con este dinero?-le pregunté teniéndolo en la mano.
-Pues comprar la otra botella querido-me contestó-¿o ya no tienes ganas?
-Por supuesto, pero aquí hay para más de dos.
-¿Y donde crees que nos la vamos a tomar?
Y una vez más esa sonrisa, y pensé: "¿será una sobredosis? ¿Ella sabrá lo mucho que me encanta?"
Saqué mi celular sin dejar de mirarla y llamé a un taxi para que nos llevara a un destino más cercano que mi casa (como los dos queríamos minutos u horas antes).
En fracciones de segundos llegó el taxi. "Fue como si nos estuviese siguiendo", pensé. (Los tipos que me habían robado mi carro, me dejaron una paranoia increíble).
Nos montamos, nos saludamos como de costumbre y nos fuimos a nuestra ocupación deseada en ese momento.
En el mismo taxi comenzamos a tocarnos, luego llegamos, ella se desmontó primero, yo pagué y cuando salió cerré la puerta del garaje de la cabaña, y la de la habitación también.
Al entrar a la habitación ella estaba acabando de dejar caer su vestido. Como ya sabía, no llevaba sostén, y esos pantis que llevaba los tengo tatuados en mi mente como si hubiera sido ayer, aunque en realidad había sido ayer, pero recordaba todo lo relacionado a ella de manera muy clara, punto por punto. Pero, sé sin dudas, que sin importar cuanto tiempo pueda pasar, seguiría recordando cada detalle.
-¿Entonces lindo?-preguntó la chica que andaba actualmente conmigo-¿Qué me dices?
Yo me quedé unos segundos callado, luego contesté.
No, prefiero una cabaña.
-ok amor, como quieras-respondió ella rápidamente sonriendo-lo que tu decidas estará bien.
Tomando del alcohol y luego me lo pasó.
Y ya no ocurrió nada más interesante, digno de contar, hasta que llegamos a la cabaña, recorrimos en el vehículo un poco, más o menos hasta la mitad del establecimiento, y escogimos una de las del medio.
Entramos, ella no se había quitado la ropa cuando sonó el teléfono de la cabaña….
-¿Que pido?-preguntó ella a punto de coger el teléfono.
Yo miré la botella de whisky, le quedaba todavía, pero muy poco.
-Pide una botella de esto, y una cajetilla de cigarrillos, y el tiempo que tú quieras.
--No pude evitar acordarme de la otra chica, que se había acostado en la cama después de haber pedido, de costado recostando su cabeza en su mano. Yo empecé a abrirme la camisa y sin dejar de mirarnos se quitó la última prenda que le quedaba, sus pantis….esos pantis, que me encantaron desde que los llevaba segundos antes pero, me sentí más agradecido de que dejara de llevarlos, justo al acabar de quitarme el segundo zapato tocaron en la puertecita, con lo que habíamos pedido, y antes de yo atinar a hacer algún movimiento ella habló:
No te detengas.
A la vez que se paraba de la cama para tomar lo que nos habían llevado. Le di el dinero y atendió a la persona que nos precisaba con los cigarrillos y el whisky.
Mientras seguía con lo mío, ella pagó, prendió un cigarrillo, luego intentó llenar los vasos, pero luego decidió que no y tomó de la misma botella. Yo me acerqué a ella, y le di a entender que quería fumar de su cigarrillo y me lo acercó a la boca para que yo pudiera darle una calada.
Entonces procedió a entregarme amablemente la botella del whisky, y bebí de la misma botella imitando la chica, puse la botella en la mesa y la empecé a besar ya con nuestros cuerpos desnudos y pegados uno al otro como si quisiéramos fundir los dos cuerpos o más bien fusionarnos hasta más no poder. Ella dejó caer el cigarrillo para aferrase más a mí, no sé si lo había terminado, pero de acuerdo con el tiempo imagino que estaba por la mitad. Nos fuimos a la cama (que no estaba tan lejos de nosotros), sin dejar de besarnos, y como dice aquella famosa canción del maestro José Alfredo Jiménez: “Y así pasaron muchas horas” (no tantas en realidad) y muchas cosas.
domingo, 2 de enero de 2011
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