miércoles, 19 de enero de 2011

Cambia renovando tu forma de pensar

La mayoría de los médicos están en el negocio equivocado. Fueron entrenados para diagnosticar enfermedades exóticas, prescribir medicinas y realizar cirugías, pero no se prepararon para dar alivio a los pacientes que atienden.

¿Una afirmación atrevida? Considera esto: noventa por ciento o más de las personas que inundan los consultorios médicos sufren de problemas generados por la soledad, el aislamiento, el distanciamiento o la separación de familiares y amigos, insatisfacción e infelicidad general.

No sé de ninguna medicina o cirugía que pueda curar esas enfermedades. Las medicinas y cirugías pueden aliviar algunos síntomas, pero no hacen nada respecto al problema subyacente, permitiendo así que este supure y se esparza sin ser revisado. Para empeorar la situación, los medicamentos

y cirugías tienen innumerables efectos secundarios, algunos más peligrosos que la enfermedad original.

Como nación, estamos física y espiritualmente enfermos. Acudimos a nuestro sistema de salud en busca de consuelo, pero este no tiene la solución. De hecho, el médico promedio ni siquiera tiene el entrenamiento para reconocer el problema.

¿Cuáles son algunos de esos problemas? Dolores de cabeza, en el cuello y la espalda; dolor de estómago, úlceras, colitis espástica y otras molestias gastrointestinales; dolor de garganta, resfriados, la influenza e infecciones crónicas; fatiga, desórdenes en el sueño, irritabilidad y ansiedad, además de otras señales vagas y síntomas de ansiedad.

DOLORES DE CABEZA POR TENSIÓN VASCULAR

He tratado a muchos pacientes que sufren de dolores de cabeza debido a la tensión vascular. Estos dolores de cabeza se relacionan con alteraciones del flujo sanguíneo en la cabeza (“vascular” se refiere al sistema de arterias y venas).

El escenario se repite innumerables veces a lo largo del país todos los días. Un paciente preocupado va al médico quien, después de examinarlo, emite solemnemente el diagnóstico: dolor de cabeza por tensión vascular. De repente todos quedan felices. El médico se alegra porque el caso ha sido resuelto,

sin mayores dificultades. El paciente también está feliz porque su dolor se ha validado y confirmado. Además de eso, se le ha dado una fórmula médica, una “promesa” escrita que el problema será resuelto. La farmacia se emociona porque

ganará algo de dinero al vender el medicamento. Incluso, la compañía de seguros se aplaude porque puede registrar en sus computadoras un diagnóstico que suena impresionante. Todos quedan felices, pero el pobre paciente sigue con el dolor.

¿Por qué? Porque los dolores de cabeza por tensión vascular son causados, en la mayoría de los casos, por el estrés, tensiones y vacíos de una vida carente de plenitud, deleite y risas; de una vida sin amor y las demás emociones que hacen que valga la pena vivir. El médico puede darte un analgésico para aliviar el dolor, o un tranquilizante para enmascarar algo del estrés, pero no puede darte lo que de verdad necesitas: amor, un sentimiento de pertenencia, quizá algo de gozo. Todo lo que los médicos tenemos son medicinas que pueden funcionar o no, pero, con toda probabilidad, causarán efectos secundarios.

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