¿Has pensado por qué a tu mujer le cuesta tanto sentir confianza en ti? Antes de culparla, intenta analizar un poco tu proceder. ¿Has sido merecedor de ése preciado bien llamado confianza?
Cuántas veces se ha escuchado a un hombre decir a su esposa: “Si sólo confiaras en mi”. Muchos hombres pasan horas intentando comprender por qué sus mujeres encuentran tan difícil hacer algo que parece tan simple: “Confiar”. La respuesta es consecuencia de las diferencias fisiológicas entre los sexos.
Todo comienza en el nacimiento, cuando los pequeños niños tienen una ventaja física distintiva sobre las niñas, a causa de los niveles más elevados de testosterona. Con la testosterona viene el poder físico, tan práctico para la defensa ante el peligro como para el escape ante la amenaza. Desde ya, la mayoría de las mujeres no tienen esta habilidad.
Ellas no tienen la fuerza para defenderse en una pelea física cuando se sienten amenazadas. De la mano de enfrente, cuando los chicos confían en alguien que alternativamente puede herirlos, tienen la opción de defenderse físicamente (o al menos, de intentarlo). Las pequeñas niñas no tienen esa opción física y su consecuente poder.
Dado que una persona sólo puede confiar desde una posición de poder o fortaleza, estas pequeñas niñas se convertirán en mujeres y, naturalmente, tendrán dificultades para confiar desde su posición de vulnerabilidad.
Por lo tanto, los hombres, cuando piden a las mujeres algo tan simple como confianza, deben saber que no es que ellas no quieran confiar, sino que, lamentablemente, se sienten (y son) más vulnerables que ellos. Por lo tanto, si quieres que ella confíe en ti, necesitarás algo que desarrolle su confianza.
Una paradoja
Tal vez, es necesario una herramienta o un gesto que le indique a la mujer que puede contar contigo, hasta que se establezca la verdadera confianza. Por suerte, esta herramienta existe y es conocida por la mayoría de las mujeres. Lo que cultiva la confianza en una mujer es un hombre que, consistentemente, proteja su mundo. Hacer una promesa no tiene sentido sin su consecuente realización.
Toda mujer necesita ver que su hombre hace honor a lo que dice o promete. Recuerda que lo que ella ve es mucho más poderoso que lo que escucha. Por ejemplo, imagina que alguien te dice, en reiteradas ocasiones, que una persona es violenta e intolerante, y que lo único que hace es tratar mal a su familia y a sus amigos. Luego, un día te encuentras con esa persona y durante el tiempo que están juntos comienzas a darte cuenta que no parece tan horrible como te habían hecho creer. De hecho, te parece más que amigable.
Sin embargo, ¿cambiará tu opinión entera acerca de esa persona a raíz de una única impresión? Probablemente, no. No obstante, si te encuentras con esa persona varias veces en el transcurso de unas pocas semanas, y sigue demostrando amabilidad, humildad y respeto sostenidos, probablemente tu opinión comience a cambiar. Entonces se establece una paradoja.
La consistencia de las acciones
La amabilidad que has visto en esta persona durante el último par de semanas no encaja con lo que habían escuchado de ella. Tal es así, que todos los rumores comienzan a desvanecerse por la consistencia de las acciones. Con el tiempo, lo que ves reemplaza a todos los adjetivos que pudieran haber oscurecido la imagen de esa persona.
Por eso, cuando la mujer que amas vea a tus palabras correr paralelamente a tus acciones, naturalmente entregará su confianza. Al contrario, cuando las palabras y las acciones no se correspondan, tu mujer o novia comenzará a sentir temor. Desde su perspectiva, ella te ha confiado su corazón y ahora quiere poder confiar en ti. Ella simplemente necesita que le des lo que te está pidiendo.
jueves, 16 de septiembre de 2010
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