sábado, 20 de marzo de 2010

La mujer, el envejecimiento y la salud

Información básica

Existen tres consideraciones básicas que obligan a reconocer la salud de las mujeres senescentes como una cuestión fundamental de salud y desarrollo para el futuro:

* La cifra mundial de mujeres que comienzan a envejecer es cada vez mayor.
* La vida de la mujer a partir de los 50 años se extiende por un periodo de tiempo significativo que está aumentando en todo el mundo.
* Existen muchas posibilidades de mejorar la salud de las mujeres senescentes y, por lo tanto, de garantizar que éstas sigan constituyendo un recurso para sus familias y sus comunidades.


La mayoría de las mujeres senescentes viven en las regiones en desarrollo del mundo

Actualmente más de la mitad de las mujeres de 60 años o más, en concreto 198 millones, viven en las regiones en desarrollo del mundo, frente a los 135 millones de los países desarrollados. En las regiones en desarrollo el porcentaje de mujeres de edad aumentará de manera espectacular en el futuro, pues dos tercios de las mujeres con edades comprendidas entre los 45 y los 59 años viven en estos países, y sólo un tercio en países desarrollados..


Existen diferencias significativas entre la esperanza de vida de los hombres y la de las mujeres

En las naciones desarrolladas, las mujeres viven una media de entre seis y ocho años más que los hombres. En la actualidad, la esperanza de vida de las mujeres supera los 80 años en al menos 35 países, y en muchos otros está aproximándose a ese umbral. Sin embargo, la esperanza de vida de las mujeres varía de manera significativa en función del nivel de desarrollo del país, y va de los 50 años en los países menos adelantados hasta los 60 y los 70 en los que están experimentando un desarrollo económico rápido.


Diferencias entre los sexos en cuanto a los trastornos mentales

Se han tratado de explicar las diferencias entre los sexos respecto a los trastornos mentales en función de los diferentes comportamientos de los hombres y las mujeres en el momento de buscar ayuda, de las diferencias biológicas, de las causas sociales y de la distinta forma de reconocer y enfrentarse al agotamiento(Paykel, 1991). Según Blue et al, 1995, todos estos factores pueden contribuir a que las tasas de depresión o de problemas psicológicos sean más elevadas entre las mujeres, pero las causas sociales parecen ser las más importantes. Las mujeres que viven en malas condiciones sociales y ambientales, con un bajo nivel de educación y de ingresos, y con unas difíciles relaciones familiares y conyugales, son mucho más propensas a padecer trastornos mentales que el resto. Estos autores concluyen que el efecto combinado del género y la baja condición socioeconómica determina de manera decisiva la mala salud mental (Blue et al, 1995).

No obstante, considerar la esperanza de vida únicamente al nacer puede causar confusión y disfrazar la duración real de la vida de las mujeres en los países en desarrollo. Las mujeres de estos países que sobreviven a las etapas tempranas de la vida y alcanzan la mediana edad, tienen una esperanza de vida similar a la de las mujeres de los países desarrollados. Actualmente, a la edad de 65 años, las mujeres de los países en desarrollo tienen tres cuartos de la esperanza de vida de las de los países desarrollados, y la diferencia se reducirá en el futuro debido al descenso progresivo de la mortalidad durante la juventud.


Una vida más larga no es sinónimo de una vida más saludable

Puesto que la probabilidad de padecer una discapacidad aumenta con la edad, no resulta sorprendente el hecho de que las encuestas nacionales reflejen un aumento del número de mujeres ancianas discapacitadas. Sin embargo, los datos recogidos recientemente en algunos países desarrollados revelan que las tasas de invalidez entre la población anciana están disminuyendo de manera constante. No obstante, es preciso tener en cuenta que los datos disponibles no son suficientes para evaluar el alcance real de la discapacidad entre las mujeres de edad.

Se ha creado el término “esperanza de vida saludable” para referirse al número de años que se espera que una persona viva en condiciones de buena salud. La esperanza de vida saludable no siempre es sinónimo de esperanza de vida sin enfermedades. En realidad, este concepto, tal y como se emplea normalmente, se refiere a la esperanza de vida sin que se produzca una limitación de las funciones a causa de una o varias enfermedades crónicas.

En más de 45 países se han realizado previsiones sobre la esperanza de vida saludable. A partir de estos estudios, se llega a una conclusión: por lo general, las mujeres pueden pasar más años de su vida con ciertas limitaciones funcionales que los hombres. Este hecho se da tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo.

Dentro de los tipos de discapacidad, se ha reconocido la relativa al movimiento, más concretamente la imposibilidad de andar, como una de las preocupaciones más importantes en lo referente a la calidad de vida y a la salud pública de las mujeres de edad. El hecho de caminar lentamente puede ocasionar caídas y otro tipo de accidentes que dan lugar a fracturas, a otras discapacidades y a la pérdida de independencia. En los países en desarrollo, la incapacidad de andar puede ocasionar riesgos aún mayores, pues el desplazamiento a pie es a menudo el principal medio de transporte.

Una vida más larga no es sinónimo de una vida más saludable

Es necesario hacer hincapié en el hecho de que la gran mayoría de los hombres y mujeres de edad gozan de una salud en general buena, principalmente durante las etapas tempranas de la vejez. Los estudios realizados recientemente en los países desarrollados han demostrado que la prevalencia de la discapacidad, tanto en el caso de los hombres como en el de las mujeres, es menor del 5% entre los 60 y los 64 años, inferior al 10% entre los 70 y los 74 años y ligeramente superior a un 20% a partir de los 85 años. En estos países son muy pocas las personas menores de 80 años que viven en residencias de ancianos. Sin embargo, puesto que cada vez es mayor el número de mujeres que supera esa edad, existe cierta preocupación sobre su calidad de vida a partir de ese momento.

Existen factores económicos, sociales, políticos y culturales muy poderosos que influyen en la forma de envejecer de las mujeres y tienen consecuencias significativas para la salud y la calidad de vida, así como para los costes de los sistemas de atención de la salud. Por ejemplo, la pobreza de las personas de edad suele ser el reflejo de una mala situación económica en un momento anterior de la vida y es un factor determinante de la salud a todas las edades. Algunos países (principalmente los desarrollados) disponen de datos sobre la pobreza en función de la edad y del sexo que demuestran que es más probable que sean pobres las mujeres de edad que los hombres. Sin embargo, la mayoría de los países en desarrollo carecen de datos fiables sobre la pobreza clasificados en función del sexo y de la edad.

La pobreza también está vinculada a un acceso insuficiente a los alimentos y a la nutrición, y la salud de las mujeres de edad refleja a menudo las consecuencias de una mala alimentación. Por ejemplo, después de varios embarazos y de haber sacrificado su propia nutrición para hacer posible la de su familia, estas mujeres pueden padecer anemia crónica.

Otro factor determinante de la salud es la educación; los niveles de educación y de alfabetización en las cohortes actuales de mujeres de edad de los países en desarrollo son muy bajos. El aumento de los niveles de alfabetización de las mujeres mayores redundará en beneficios significativos tanto para su salud como para la de sus familias.

En muchos países en desarrollo, la falta de agua potable, la división de las tareas domésticas (entre las que se incluye el transporte de agua) por motivos de género y los riesgos ambientales tales como el contacto con aguas contaminadas, los pesticidas y la contaminación del aire en locales cerrados, provocan un efecto negativo en la salud de las mujeres, que se va intensificando a medida que envejecen.

Las mujeres de edad tienen más probabilidades de quedarse viudas que los hombres, y muchas esperan la viudez como una parte normal de su vida adulta. Ahora bien, aunque la mayoría se adapta a su nueva situación tanto en el plano emocional como en el financiero, las prácticas relacionadas con la viudez en algunos países dan lugar a situaciones de violencia y de abusos que constituyen una amenaza para la salud y el bienestar de las mujeres de edad.

A la viudez precede a menudo un periodo de cuidados al esposo fallecido, a los que se suma en muchos casos la atención a los padres, los nietos y otros miembros de la familia. Las mujeres de edad ejercen una labor muy importante en lo relativo a la prestación de cuidados, una actividad por la que no suelen recibir ninguna remuneración.

En muchos países, el acceso a la atención médica está ligado a la cobertura por parte de la seguridad social del país y de los sistemas de seguros médicos, que están relacionados a su vez con el empleo en el sector estructurado de la economía. Puesto que muchas mujeres de edad que habitan en países en desarrollo han trabajado durante toda su vida en el sector no estructurado o se han dedicado a realizar actividades no remuneradas, el acceso a la atención médica les suele resultar inasequible o, en el mejor de los casos, difícil.


¿Qué es un enfoque de la salud de las mujeres de edad que tenga en cuenta las cuestiones relativas al género?

Las principales causas prevenibles de la morbilidad y la mortalidad afectan a las personas durante toda la vida, por lo que las estrategias de prevención serán más efectivas cuanto primero se inicien. Por ejemplo, los beneficios que el ejercicio y las actividades físicas aportan a la salud son bien conocidos por todos, por lo que deberían fomentarse estas prácticas entre todos los grupos de edad, desde los niños hasta las personas centenarias. Asimismo, deberían eliminarse las barreras que impiden que las niñas y las mujeres practiquen ejercicio y sustituirse por estrategias culturalmente apropiadas para la práctica de actividades físicas. De este modo se ayudaría a evitar la dependencia funcional en la ancianidad y a mantener la movilidad de las mujeres mayores a un nivel que les permita desenvolverse en la vida cotidiana.

Otros factores de riesgo de los problemas de locomoción en la ancianidad que se pueden modificar son el consumo de tabaco y los problemas de peso. El abandono del hábito de fumar, la promoción del ejercicio y la mejora de la alimentación son en realidad estrategias de prevención básicas de muchas de las causas de muerte y discapacidad. Además, es de fundamental importancia que las mujeres jóvenes tengan la oportunidad de desarrollar y mantener unos huesos fuertes con el fin de conservar la densidad ósea y de prevenir la osteoporosis a edades más avanzadas.

Otros ejemplos de enfermedades prevenibles son las enfermedades coronarias y el derrame cerebral, principales causas de muerte y discapacidad en las mujeres senescentes, que provocan cerca del 60% de las defunciones de mujeres adultas. Debido a la idea generalizada de que tales enfermedades afectan principalmente a los hombres, no se ha reconocido la gran importancia que tienen en la salud de las mujeres. En los países en desarrollo, la mitad de las muertes de mujeres mayores de 50 años se debe a estas enfermedades. Las enfermedades transmisibles, a pesar de que aún no están totalmente controladas en estos países, han dejado de ser causas importantes de enfermedad y muerte en la ancianidad.

La principal estrategia para la prevención de muchos tipos de cáncer, especialmente del cáncer del cuello uterino y el de mama, es la detección temprana. Para que ésta sea posible, en el caso del cáncer de mama son necesarios el examen físico de las mamas por parte de personal especializado, la autoexploración de las mamas y la mamografía. Puesto que los programas generales de detección a través de mamografías están lejos del alcance de los países en desarrollo, es fundamental aumentar la eficacia de las estrategias de autoexploración de las mamas.


Medidas adoptadas por la OMS para mejorar la salud de las mujeres de edad

El Programa sobre Envejecimiento y Salud de la OMS reconoce que el género es uno de los principales factores determinantes de la salud. Para aplicar una perspectiva de género a las actividades en el campo de la salud no sólo se tienen en cuenta las diferencias biológicas, sino que se analiza también en qué medida influyen en la salud de los hombres y mujeres de edad las diferentes funciones sociales y económicas de uno y otro sexo, el poder de tomar decisiones y el acceso a los recursos.

El programa se compromete a aplicar una perspectiva de género en todas sus actividades, principalmente en lo relativo a la investigación, la difusión de información, la capacitación, la sensibilización y la elaboración de políticas. Además, el programa promueve el concepto de Envejecimiento Activo, que hace hincapié en que las personas de edad constituyen un recurso para sus familias y sus comunidades, por lo que es importante elaborar políticas que les permitan seguir activas tanto tiempo como les sea posible. Para facilitar la aplicación de políticas y estrategias de envejecimiento activo tanto en el plano nacional como en la comunidad, se están elaborando directrices y mecanismos que tienen en cuenta las cuestiones de género. El Programa sobre Envejecimiento y Salud colabora estrechamente con los gobiernos, las instituciones académicas y las organizaciones de la sociedad civil.
Fuente: OMS (Organización Mundial de la Salud)

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