jueves, 28 de enero de 2010

Venezolanas cuentan su odisea en Machu Picchu

El Universal

Dos helicópteros evacuaron a las primeras 60 personas (Efe)

01:48 AM Caracas.- Luego de pasar cinco días en la capital peruana de Lima, las venezolanas Lizbeth Meza Mora, su madre Rosa Herlinda Mora y su tía Rafaela Mora se fueron hasta la población del Cuzco cumpliendo con el sueño de conocer una de las civilizaciones más antigua de Suramérica en Machu Picchu.

El primer intento en llegar a la falda de la montaña, en el sector de Aguas Calientes, fue el sábado, pero el mal tiempo obligó a las tres a regresarse al hotel.

El domingo, sólo salieron al monumento Lizbeth y su madre porque su tía presentó una dolencia que la obligó a quedarse en el hotel.

El viaje en el tren no fue fácil. Las lluvias ya habían comenzado a afectar las vías y un recorrido que debía durar tres horas, se prolongó cerca de cinco.

Una vez en Aguas Calientes Lizbeth y su madre hicieron el tour con el cuidado de regresar a la hora planificada porque ya el viaje tenía retraso. "Le dije al guía que estábamos pendientes de volver, por temor a perder el tren que teníamos asignado, por lo que el paseo por la montaña fue más rápido de lo acostumbrado".

Pero su previsión fue en vano. Los trenes de la tarde nunca pudieron regresar al Cuzco debido a que las intensas lluvias ya habían afectado varios kilómetros. Los más de los tres mil turistas que se encontraban en el sector se vieron obligados a pasar allí la noche.

Junto a ellos las venezolanas, que prefirieron dormir en los asientos del vagón, porque las habían asegurado que el primer viaje saldría a las 5:30 a.m.

Espera angustiosa

La noche fue larga gracias a la incomodidad de dos sillas que dejan poca libertad para el descanso. Pero a la mañana del lunes, los trenes no pudieron salir hacia el Cuzco y la espera se extendió. Ya no importaba la historia, ni el recorrido, ni el patrimonio de la humanidad. Lo único que estaba en su mente era volver con su madre de 70 años.

Lizbeth cuenta que la desorganización imperó en el lugar. Dos helicópteros que evacuaron a las primeras 60 personas, viajaron cargados con los más necesitados y algunas personas que se colearon entre los varados.

"Había pocos policías y no existía un plan de evacuación. Entre los mismos turistas salieron líderes que comenzaron a organizar a los rezagados para que en los traslados se fueran los niños menores de 15 años, personas de la tercera y enfermos".

La segunda noche fue más incómoda que la primera, no sólo por el hecho de no tener un cambio de ropa, sino porque las lluvias obligaron a los funcionarios de la población a desalojar las casas que cercanas al río, por temor a posibles crecidas.

"Soy ingeniero geólogo y conozco lo que puede ocurrirle a la bases de la estación del tren si las aguas se desbordaban. Me dio temor por mi mamá. También pensé que por el frío se podía enfermar. Nunca me había sentido damnificada".

Organización propia

El segundo y el tercer día estuvo colmado de desorganización y desesperanza. "Nadie informaba nada. No había una información oficial. Nos enviaron a un estadio, allí me di cuenta que la gente no esperaba sino que se iban al tren de nuevo. Le dije a mi mamá que fuéramos a comer y que volviéramos a la estación".

Lizbeth y su madre se reagruparon por nacionalidad, luego por familias y por último por edad. Le habían asegurado que su madre se iría en los primeros viajes, pero que ella debía esperar al grupo que le correspondía edad.

"Mi mamá dijo que no me dejaría sola. Alegó que ella era muy nerviosa y que si se iba no dormiría pensando en qué me podría ocurrir. Los funcionarios le indicaron que entonces ella debía esperar mi grupo.".

En la última noche la venció el cansancio a pesar de la preocupación. El frío ya no era controlado por los suéteres que habían llevado al paseo y las galletas que repartía la línea del tren ya no calmaban el estómago".

Por fin en la tarde del miércoles lograron embarcarse en el último vuelo que salió desde Agua Calientes hacia el Cuzco. Machu Picchu quedará en su memoria como un mal recuerdo.

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