martes, 25 de agosto de 2009

Una puñalada en el corazón del proceso democrático en Honduras y Latinoamérica

Ningún país ha reconocido el régimen de facto de Roberto Michelettti desde que se instaló por la fuerza el pasado 28 de junio en Honduras.

La crisis política desatada desde entonces ha representado una catástrofe institucional y económica para el país.

En tan sólo dos meses, el Producto Interno Bruto de Honduras ha caído un seis por ciento.

Peor aún, organismos internacionales han indicado que, de continuar las protestas y bloqueos organizados por los sectores que apoyan al presidente Manuel Zelaya, la caída de la economía puede ser aún peor, esto es, de un ocho por ciento.

El Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo suspendieron desde julio pasado las ayudas que por 470 millones de dólares debían suministrar a Honduras para diversos programas.

La Unión Europea ha suspendido casi totalmente sus programas de asistencia y ha anunciado su decisión de reducir “al mínimo” su personal diplomático allí.

Venezuela, por su lado, ha suspendido el suministro de petróleo, equivalente a unos un mil quinientos millones de dólares anuales, y los créditos de hasta ciento treinta millones de dólares que debían llegar a Honduras como miembro del ALBA.

El turismo, uno de los principales soportes de la economía hondureña, ha caído en un setenta por ciento desde el golpe de Estado.

De modo que si el empresario Micheletti y su régimen convocan desde ya a elecciones para noviembre se debe, fundamentalmente, a que buscan aliviar la presión de la olla en que está hirviendo desde el pasado 28 de junio.

Pero lo peor no es lo que están pasando al empresario Micheletti y sus seguidores que, al fin y al cabo, tienen de sobra para resolver sus problemas.

Lo más grave es lo que está viviendo el pueblo hondureño, perseguido, de nuevo en toque de queda, reprimido y, además, en la miseria.

Más de la mitad de los hondureños vive en la pobreza y un cuarenta por ciento vive en la indigencia.

Así, el golpe de Estado contra el presidente Zelaya no ha hecho otra cosa que agravar las condiciones de vida del pueblo hondureño y clavar una puñalada en el corazón del proceso democrático en Honduras y Latinoamérica.

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