LAS METAS Y LAS BRECHAS
En un estudio realizado unos años atrás en la prestigiosa universidad de Harvard, se les preguntó a los estudiantes de la maestría de administración de empresas si tenían metas. Muchos años después se contactó a estos estudiantes para averiguar qué tan exitosos habían sido en sus vidas profesionales. Los resultados fueron sorprendentes. Los estudiantes que tenían claras sus metas al momento de graduarse habían sido más exitosos que los estudiantes que no las tuvieron.
La brecha es la distancia que hay entre nuestras metas, nuestra visión: lo ideal, y nuestros resultados: la realidad. La manera como enfocas la brecha, puede ser una causa de insatisfacción, frustración e infelicidad. Afortunadamente, es fácil de re enfocar.
Cuando queremos algo y actuamos, producimos algún resultado (incluyendo el resultado de nada).
Es raro que obtenemos exactamente nuestra meta o visión ya que usualmente los resultados son menos de todo lo que habíamos visualizado al comienzo. La brecha es la diferencia entre la visión de lo deseado y lo que realmente logramos. Como mires y midas esa distancia, así será de importante para tu felicidad.
Primero tenemos que comprender la naturaleza de la mente para generar visiones de lo ideal, de la perfección.
La mente humana funciona con visiones: imágenes mentales de lo deseado: sea de nuestra casa, pareja, hijos, trabajo, finanzas, etc. No importa que queramos, al quererlo formamos una idea, una imagen mental, una visión de lo ideal. Todo ser humano hace esto, ya sea deliberada o inconscientemente.
La mente tiene gran poder de crear lo ideal: de hecho trabaja automáticamente con lo ideal. Para imaginar cualquier cosa menos de lo ideal, tienes que incluir deliberadamente e imaginarla con un defecto o falla.
Sin embargo, jamás existe lo ideal, lo perfecto en la realidad. Tenemos un ideal y lo que realmente logramos producir es casi siempre menos de lo ideal en cantidad y calidad. Esto es simplemente la naturaleza del universo físico, de la realidad física: nada es perfecto. tenemos que bajar lo ideal a metas especificas, alcanzables, que siempre salen menos que lo ideal.
Para entender lo ideal podemos usar el concepto del horizonte: el lugar, la línea dónde la tierra y el cielo se juntan en la distancia. ¿Existe el horizonte en la realidad? ¿puedes llegar a él? Pues no. No existe. No importa cuánto viajes hacia el horizonte, jamás podrás llegar y la distancia a él siempre parecerá mucha. Es una imposibilidad física; no tendrás una sensación de avance y progreso.
Sin embargo, el horizonte existe en nuestra mente y sirve para orientarnos y darnos dirección.
Sabemos que no es posible alcanzarlo y, por lo tanto, no nos sentimos infelices al no poder alcanzarlo. Lo ideal es como el horizonte: no existe y no puede existir en la realidad -- nada más en la mente - pero nos sirve como meta y como una dirección hacia dónde movernos.
Tenemos tres posiciones en cualquier viaje hacia nuestras metas:
1. Dónde comenzamos.
2. Dónde estamos ahora.
3. Lo ideal.
Por lo tanto, realmente hay 2 brechas:
1. La de atrás: la distancia entre dónde comenzamos y dónde estamos ahora.
2. La de adelante: la distancia entre dónde estamos ahora y lo ideal.
Tu felicidad se afecta enormemente, dependiendo de en cuál de las dos te enfoques. Para entender por qué, primero tenemos que examinar la felicidad.
Una de las definiciones de felicidad es: la percepción de progreso hasta objetivos importantes.
Es la ´percepción de progreso´, no el progreso en sí. Sólo es necesario que la persona vea y crea que está progresando para sentirse bien. No es necesario haber alcanzado la meta: solamente estar progresando hacia ella. Instintivamente medimos nuestro progreso hacia nuestras metas. Y tenemos dos maneras de medir este progreso: podemos medir la brecha, la distancia que hay entre dónde comenzamos a donde estamos; o podemos medir la brecha entre dónde estamos y a dónde queremos ir, la meta, lo ideal.
Cuándo mides tu progreso partiendo de dónde estás y mirando hacia lo ideal, ¡es difícil ver mucho progreso! Lo ideal es como el horizonte, porque siempre parece grande y lejano. Cuando mides tu progreso partiendo de dónde comenzaste a donde estás ahora, entonces sí veras progreso.
Cada manera de medir el progreso genera resultados psicológicos muy distintos.
Como ya afirmamos: la felicidad es la percepción de progreso hacia las metas.
Cuando mides desde dónde estás hacia lo ideal, hacia el horizonte, es difícil ver progreso. Habrá poca sensación de avance o logro. De hecho es todo lo contrario: lo ideal es como el horizonte. No importa cuanto viajes, percibes que estás casi tan lejos de lo ideal como cuando comenzaste. Esto activa la sensación de ´no poder´ y de estar fracasando.
El resultado es la insatisfacción, la frustración, la desilusión, el pesimismo, la baja en la autoestima y la infelicidad.
Aunque realmente puede haber gran progreso, gran contribución al mundo, la persona que enfoca así no lo ve y, por lo tanto, paga un alto precio en su auto-satisfacción y felicidad. Pero las personas que miran atrás para ver su progreso, las que miden desde donde comenzaron a donde están, tienen una vivencia muy distinta.
Las personas que se enfocan en el camino donde comenzaron y donde están ahora, pueden ver todo lo que han avanzado. Tendrán un sentido claro de cambio, movimiento, progreso. Cuando vemos el progreso generamos satisfacción, optimismo, y un sentido de ´¡puedo!´ y de éxito. Genera motivación de seguir adelante. Todo esto es la felicidad.
La regla es: siempre mide tu progreso mirando dónde estabas y comparándolo con dónde estás ahora. Mide hacia atrás, no hacia delante. Mide tu progreso por cuánto ya has caminado, no por cuánto te falta. Eso no significa que no debas mirar hacia adelante. Mira adelante al horizonte, a lo ideal, a la meta, para saber a dónde quieres ir, pero no para medir tu progreso.
Autor: Mycal Powell
Por: www.psycanics.org
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sábado, 7 de enero de 2012
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