lunes, 24 de octubre de 2011

Prostituta a los trece años

Hasta los 16 años, Frances vendió su cuerpo para poder comprar las “cosas que quería” 

De tan solo mirarlo le daba asco. No hacía más que llegar a aquella casa y comenzaba a pensar en la manera de salir de allí. Pero aquel hombre, de 40 años, era uno de los que le proveía las cosas que necesitaba o que quería y sus amigas la instaban a ese tipo de relación. Por eso, lo aguantaba todo.

Frances (nombre ficticio para ocultar su identidad) no entendía muy bien lo que vivía. En ese momento tan solo tenía 13 años y pensaba que solamente buscaba con ellos lo que su madre no le podía comprar.

Entonces no entendía que se estaba prostituyendo. Sabía que tenía sus “amigos” que actuaban como clientes. La mayoría fluctuaba entre los 25 y 40 años. Todos eran “gente del bajo mundo” asociados con el narcotráfico.

 “Yo no entendía lo que me decían. Daban dinero hasta por llegar en pantis a una casa... Es increíble cómo un adulto puede ver a una niña con esos ojos”, dijo Frances, que ahora tiene 21 años.
Pero con esos ojos era que la veían a ella. Frances, muy madura ahora y quien habla de su experiencia con gran aplomo, comenzó a prostituirse cuando cursaba el séptimo grado. Ya para entonces algunas de sus compañeras lo hacían y la instaban a imitarlas. Los primeros contactos fueron con sujetos que merodeaban la escuela y las llevaban a almorzar a restaurantes de comida rápida, relató.

“me sentía comprometida”
La primera vez que se prostituyó fue con un hombre de 26 años, casado y con dos hijos. Comenzó llevándola a un Burger King. Luego le compró otros objetos como prendas de vestir. Un día el sujeto la buscó para cobrar su “inversión” y comenzó a tocarla.

“Me sentía incómoda y mal por lo que me estaban haciendo, pero también me sentía comprometida, como que le debía algo”, dijo.

Primero buscaba cosas sencillas: un almuerzo fuera de la escuela, alguna blusa o algo que no podían comprar.

“Empecé por necesidad. Si quería comida que no había en mi casa llamaba a cualquier persona y me tenía que acostar con ella para poder comer”, señaló.

Un amigo que buscaba “ranquearse” en un punto de drogas comenzó a buscarle clientes. No les pedía dinero ni las protegía. Lo hacía por agradar a los “bichotes” siendo el tipo que les conseguía a las nenas que ellos querían. Los beneficios él los recibía allá, en el “bajo mundo”.

Ella y sus amigas no eran las únicas en esto. Frances, quien se prostituyó hasta que tuvo 16 años, indicó que conoció a muchachas de escuela superior que lo hacían, pero de manera un poco más estructurada. En la calle las llamaban “las finas” y eran parte de una red más formal. “Yo nunca entré a eso porque no tenía la conexión”, sostuvo.

Los antojos simples de Frances con el tiempo comenzaron a complicarse. Inicialmente, cada vez que quería algún objeto lo que hacía era llamar a uno de los “clientes” y pedirle algo. Ellos solo buscaban el sexo fácil con una adolescente que pudieran “engatusar”. “(Yo) Era más fácil para ellos”, dijo.

Al tiempo no solo quería objetos, sino también la entrada a algún evento o alguna discoteca. Después evolucionó a alcohol y drogas. Las “palis”, un coctel de drogas, era lo de ella y sus amigas.

“Yo no le encontraba ni el gusto al sexo. No sentía nada. Ni sabía por qué a la gente le gustaba”, dijo. En sus encuentros sexuales tuvo muchos sustos aunque ninguno de violencia extrema. Lo peor era el temor de contraer una enfermedad sexual.
“Nada más el susto de tú no saber si tienes una enfermedad, ese es más grande”, señaló.

“Mi cuerpo tiene valor”
Frances señaló que durante todo ese tiempo sintió coraje contra su madre. Ella pasaba todo su tiempo trabajando y llegaba a dormir y a cocinar, cuando podía. Esto último porque a pesar de las interminables horas laborando ganaba muy poco y apenas le daba para pagar las cuentas. “Ahora de adulta entiendo lo difícil que era para ella pagar los ‘biles’”, dijo mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

“Había días que ni había de comer en casa... En ese entonces para mí era fácil caer... Ni tiene que haber un chulo, solo la necesidad y que te engatusen”, manifestó.

Frances decidió dejar la prostitución tras entrar a un programa escolar especial. Actualmente, está casada, cursa estudios universitarios y está decidida a seguir el buen camino.

“Me encontré a mí misma y encontré que mi cuerpo tiene valor', concluyó.

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