El lago Enriquillo sigue creciendo
Duvergé, Independencia.-Peor que Atila, el legendario rey de Los Hunos, de quien se decía que por donde pasaba su temible caballo no volvía a crecer la hierba, las súper saladas aguas del lago Enriquillo avanzan tierra adentro, “lenta”, pero sostenidamente, dejando a su paso una estela de destrucción jamás vista por los habitantes de esta zona.
Hace unos días llegamos a Duvergé y nos dirigimos hasta la nueva orilla del gran espejo de agua y alargamos la mirada hacia adentro, hasta donde se pierde la vista: el panorama es desolador.
Como si le hubiera caído un rayo a cada una, se ven innumerables matas de coco y de mango sin una sola hoja, quemadas por las aguas del lago que son varias veces más saladas que la del mar.
Es sólo parte de lo que se puede ver. Debajo, borrados del mapa, han quedado los verdes pastos, alimentos de las vacas y esperanza de cientos de productores.
Las pérdidas
Dalvis García Vólquez, presidente de la Asociación de Ganaderos de Duvergé, estima en más de 85 mil las tareas de tierras inundadas por el lago en Duvergé, Las Baitoas y Vengan a Ver.
En todas esas comunidades que están alrededor del lago el número total de tareas inundadas supera ya las 170 mil, de acuerdo con Rodolfo Acosta Recio (don Fiche), de la Asociación de Ganaderos de Neyba, quien asegura que en sus 67 años de vida nunca había visto algo parecido.
“No hay una persona que haya visto el lago en estas condiciones”, dice don Fiche, quien entiende que las cosas podrían empeorar con las lluvias de septiembre y octubre.
De un total de 12,500 cabezas de ganado que había en Duvergé, antes de que el lago comenzara a tomar terrenos en 2007, hoy quedan menos de cuatro mil.
“Todo el terreno que teníamos, la parte fértil se ha ido toda, está quedando la parte marginal”, lamenta García Vólquez, mientras observa desde la orilla.
A punto de quebrar
Con la piel quemada por el sol y una sonrisa que no puede ocultar la tristeza que se adivina en sus ojos, García Vólquez explica que en la zona de Duvergé había más de 500 ganaderos, de los cuales su asociación agrupa a unos 350, la mayoría de los cuales está en peligro de ir a la quiebra.
Debido a la falta de terrenos para tener las reses han tenido que vender vacas que costaban hasta RD$30 mil en RD$4 mil y RD$5 mil.
Duvergé, dice, estaba mejorando sus condiciones de vida gracias al auge de la ganadería en los últimos 10 años. Y eran precisamente las tierras más próximas al lago las que servían de pasto para sus animales. De cuatro años para acá las cosas cambiaron radicalmente sin que autoridad alguna vaya en su auxilio.
Menos de la mitad
Antes de que comenzara el problema en este municipio se producían unos 8 mil litros de leche diariamente, con una proyección de 15 mil en 2011, hoy en día apenas llegan a tres mil litros.
Servio Tulio Fernández, de 63 años, es otro de los ganaderos afectados.
“Perdí 500 tareas de potreros de hierba mejorada, tenía alrededor de 200 cabezas, ahora tengo 60 o 70 cabezas, fruto de que no tengo donde dejarlas”, expresa con amargura.
“Pero hay gente que tenía un pedacito de conuco y el lago se lo cogió”, agrega.
Mientras los científicos buscan una explicación a la crecida del lago y el Gobierno sigue impávido ante la desgracia, los campesinos de las provincias Independencia y Bahoruco se están quedando sin tierra.
Lo de Atila podrá ser leyenda o no, pero los daños del lago son una realidad insoslayable, nadie más que los ganaderos de Duvergé para confirmarlo.
Poco a poco se van quedando sin tierra... y sin vacas
Dalvis García Vólquez tenía más de 300 vacas, ahora le quedan menos de 50, el resto las tuvo que vender a precios irrisorios.
Tibaldo Ramírez Novas tenía más 1,200 tareas en Salao Largo, donde sus 140 vacas pastaban cómodamente, pero cuando en 2007 las lluvias de las tormentas Noel y Olga le inundaron el terreno se vio sin espacio donde tener sus animales. En siete días vio perder el trabajo de 11 años.
Hoy le quedan apenas 48 cabezas.
Algo similar le pasó a José Antonio Medrano González, quien contaba con 90 cabezas y ahora sólo le quedan 16. “Se me han muerto más de 25 vacas por falta de comida”, se lamenta.
Floirán Antonio Matos dijo que su padre tenía 20 vacas, de las cuales sólo le quedan dos. Una parte las vendió, otras se les fueron o se ahogaron.
“El Presidente vino hace como dos años y se comprometió con los grandes ganaderos, a los pequeños ni los miraron”, dijo.
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