martes, 16 de agosto de 2011

Amores ocultos

Los amores ocultos son amores inoportunos. Surgen en la monotonía y aburrimiento de la rutina de pareja, cuando ya no hay besos de buenos días ni salidas románticas por la noche. Surgen cuando estamos agotadas de trabajar en casa y nos sentimos ignoradas.

Surgen porque algo nos falta, y lo encontramos afuera. Pero, ¿merece la pena un amor oculto? ¿Qué sentido tiene tener una aventura? ¿Acaso mejora en algo nuestra situación? Yo creo que no…

Ha pasado el tiempo y tu relación se ha convertido en algo conocido. Tu pareja ya no te despierta a besos, ni te cuenta fantasías en el oído, las cenas románticas son recuerdos de otros tiempos, el sexo es rápido y hasta veces parece por costumbre; y te sientes ignorada y poco valorada.

Tu autoestima está por los suelos; la mujer que antes rompía corazones ahora es una foto en color sepia olvidada; tienes deseos de sentirme amada, de que te digan en la cara “lo sexy que eres”, “lo hermosa que estás con esa blusa”, y que te llenen de mimos.

Imaginas “¡Qué lindo sería sentir cosquillas en el estómago otra vez!” Y que el corazón galope enloquecido, los rubores en las mejillas, las instancias del primer beso, los miedos del encuentro…

Y de repente alguien te descubre, te corre el velo por el cual miras la vida, quita las telas de araña de tu corazón, y otra vez te sientes viva. Alguien piensa en ti. Alguien en el mundo te desea. Alguien te envía mensajes de textos subidos de tono. Alguien que no tiene reparos en decirte que lo has cautivado. Tu amor propio sube. Sonríes más de lo habitual. Tienes más ganas de hacer las cosas, e incluso de hacer las cosas que no te gustan, que va, todo es maravilloso, el amor ha llegado.

Pero, un momento. Detente. Ese Romeo no es ni tu esposo ni tu novio.
¿Dónde crees que vas a llegar?

Me dirás que el amor oculto no sólo te revitaliza sino que además te da las endorfinas y adrenalina de lo que tiene la miel del “pecado”, y es cierto, “pecado” etimológicamente deviene de “error”. Y para las hormonas de la felicidad, haz ejercicio y cómete un chocolate.

Detente, al menos un instante. No hablo de si está mal o está bien tener una aventura. Hablo del “para qué”; no juzgo moralmente el evento, sino que me pregunto ¿Para qué? ¿Cuál es el sentido?

¿Qué ganas con una aventura? ¿Sexo? ¿Buenos momentos? ¿Salidas divertidas? ¿Atención? ¿Qué más? Seguramente todo esto es mucho, y más aún si con tu pareja hacía tiempo que no vivías esta seducción. Pero realmente ¿Cuál es el sentido?

¿Diversión? ¿Pasar el rato? ¿Qué es lo que te motiva a dejarte vivir este amor oculto?

La mayoría de las mujeres que se encuentran en esta situación, se sienten complacidas de ser rescatadas de la rutina; pero, ¿son rescatadas realmente? O ¿son arrebatadas de la rutina? Porque después de los fugaces e intensos momentos regresan al mismo contexto.

El entusiasmo de las citas ocultas, la magia de los encuentros, la complicidad hace que durante el tiempo que dure el romance, todo sea único y diferente a lo que tenemos en casa. Y es casi predecible, con el amante no hay problemas por la educación de los hijos; si división de cuentas a pagar, si fechas festivas para compartir con la familia.

Lo clandestino tiene un aura de misterio y encantamiento muy especial que potencia nuestra sensualidad, aumenta el poderío personal, y hasta incluso dignifica la venganza: “mi pareja no me mira, no se da cuenta de que existo, pero existo, acá estoy con otro hombre”.

Su lenguaje es atrevido, dinámico, y nada inocente; nos complace y estimula; transforma nuestra cosmovisión del mundo y es factible de encontrarse en cualquier “a la vuelta de la esquina”. Por internet, en el supermercado, en el club, en el gimnasio, en el trabajo, en dónde queramos.

Mientras que dura la ilusión, todo es posible; pero cuando acaba, la culpa carcome más de una cabeza. Y los pensamientos comienzan a correr de un lado al otro ¿Y si se lo confieso?

Y otra vez la pregunta recurrente, ¿para qué? ¿Para calmar la conciencia, para sentirnos menos “mal” porque “al menos se lo dijimos”, “para que nos perdone”?

Si ya estás comprometida, si elegiste a alguien para tu vida ¿para qué llegar a esta instancia? ¿Por qué no cortar por lo sano? ¿Por qué no hablar con tu pareja? ¿Por qué no enfrentar juntos lo que sucede?

Generalmente cuando buscamos fuera del vínculo lo que le falta al vínculo no lo encontramos. Puesto que encontramos otro vínculo, y ese ingrediente no pertenece a la pareja. La experiencia de sentirnos amadas o deseadas por otro u otros; no satisface la necesidad de sentirnos amadas o deseadas por el hombre que elegimos para convivir o formar una familia. Todo el sexo del mundo, no cubre la necesidad de que mi esposo o novio “me desee”.

Los amores ocultos son inoportunos, porque nos acercan a lo que queremos pero en un tiempo y dimensión en la que no somos partícipes.
Pero, ¿cuál sería la clave para afrontar la crisis de pareja?

Una de las claves para afrontar la crisis de la pareja; o comenzar a reconocer en nosotras mismas que algo “falta” es la comunicación. La capacidad de ser abierta en lo que sentimos o dejamos de sentir, en lo que necesitamos, en lo que queremos; y no dejarlo al arbitrio del azar; a los deseos del otro.

La comunicación es la llave maestra para revitalizar el vínculo; para entender que lo que no está “acá en nuestro nosotros” no está en ningún otro lado; que podré descubrir nuevas experiencias, vivencias pero no serán equivalentes de lo que me hace falta. Porque eso que no está, no está en este vínculo.

Preguntar, pedir, hablar, asistir, ofrecer, dar, indagar, escuchar; son sinónimos del verbo amar; y lo completan.

Autor: Chuchi González.

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