
Y todo comenzó a rodar con el que probablemente sea el mejor de los goles en lo que llevamos de Mundial, un zurdazo impresionante de Gio Van Bronckhorts que limpió las telarañas de la portería defendida por Muslera. Antes, uno de los asistentes de Irmatov se había empeñado en complicarle la vida al colegiado uzbeko señalando erroneamente como fuera de juego las primeras ocasiones charrúas. Con el paso de los minutos, Uruguay se repuso y se estiró.

Tras una buena oportunidad para Forlán y otra para Robben, en menos de un minuto, el partido se desnivelaría con un gol de Wesley Sneijder, otro disparo lejano que entró con algo de fortuna y en el que pudo haberse señalado fuera de juego posicional de Van Persie. Si el gol del centrocampista holandés fue un varapalo para los charrúas, el de Robben sólo 3 minutos después prácticamente fue una sentencia de muerte. Esta vez, el extremo no usó su zurda sino su cabeza para rematar a gol un preciso centro de Kuyt.
El fútbol no era justo con Uruguay, pero sí lo era con Holanda premiando la efectividad y la calidad del conjunto oranje. Aun así, a los charruas todavía les quedó algo de vida, primero porque Robben no materializó ninguna de las contras que tuvo en los 15 minutos finales, y segundo porque Maxi Pereira anotó en el descuento el 2-3 tras una buena jugada de estrategia en la que funcionó la pizarra.
De los nervios en esos segundos finales a la alegría desbordante de los jugadores holandeses cuando oyeron el pitido final. El seleccionador Van Marwijk ya ha igualado lo logrado por el mítico Rinus Michel, ahora toca superarle. Por su parte, Uruguay debe estar contenta con su papel en el Mundial muy por encima de sus previsiones iniciales.
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