viernes, 28 de mayo de 2010

Protagonistas

La envidia y los envidiosos
Segunda Parte

Por: Edgar Ramírez
El autor es catedrático universitario y vice-ministro de deportes

Una vez establecido, en el anterior artículo, que la envidia es uno de los Siete Pecados Capitales, ahora hago acopio de un concepto propio de F. Sábater, quién considera la misma como una “virtud democrática”. Entonces sigo tratando de desenterrar las escondidas raíces que esta, la Envidia, asienta en la naturaleza humana.

La envidia es el sentimiento que atormenta a ciertos seres humanos frente a la felicidad o el bien que disfruta otra persona, sobretodo y mayor si es de su entorno, social y profesional. Esta llega a convertirse en una destructora tristeza -al no poder soportar que al otro le vaya bien y desear sus alegrías y posesiones-, a veces la fuente de su tristeza es ambicionar lo que el envidiado posee y se persigue evitar que no disfrute de lo que tiene.

Ahora bien, ¿Cuál es el principal anhelo del envidioso? Me parece que en el fondo este no hace más que observar y percibir el bien como algo inalcanzable. Para este tipo de personas las cosas solo tienen valor cuando están en manos de los demás. De manera que la fuente principal del Pecado de la Envidia es el deseo de despojar, de que el otro no posea lo que tiene. Por tanto, se puede concluir que es una actitud carente del sentido de la Solidaridad, que además afecta de manera profunda al propio pecador.

Sin dudas, que el envidioso es más triste y desdichado que malo. En términos generales el envidioso sólo se ocupa de propagar la idea de que el otro no merece sus bienes. Y como corolario de esta conducta se aparecen la mentira, la traición, la intriga y el oportunismo.

Plantea F. Sabater que la envidia es una actitud curiosa porque “tiene una larga y virtuosa tradición, lo que parecería contradictorio con su calificación de pecado.” Para este filósofo es la envidia la virtud democrática por excelencia. Pues por ella las personas buscan mantener la igualdad. La misma crea situaciones que evitan que una persona obtenga más derechos que otro. Para este pensador contemporáneo “la envidia tiene su origen en la propia democracia, y sirve para vigilar el correcto desempeño del sistema. Donde hay envidia democrática el poderoso no puede hacer lo que quiera.”

Si en una sociedad democrática hay quienes no pagan impuestos, comienza la reacción de aquellos que envidian esa situación y exigen que los privilegiados también paguen. Si existe persona que tiene un sueldo “privilegiado” aparece la reacción de aquellos que lo desean. Sobre todo ocultos tras la máscara de la “honestidad”, de la “vergüenza” y uno que otros supuestos valores y virtudes de las cuales ellos carecen. Sin embargo, es probable llegar a la conclusión de que sin la envidia es muy difícil que la democracia funcione. Hay un importante componente de envidia vigilante que mantiene la igualdad y el funcionamiento democrático.

En nuestra cultura occidental y sobretodo en la tradición cristiana la envidia es definida como «desagrado, pesar, tristeza, que se concibe en el ánimo, del bien ajeno, en cuanto éste se mira como perjudicial a nuestros intereses o a nuestra gloria».

Para que se vena retratados en el espejo que les brindo termino diciendo que la envidia cual PECADO trae como consecuencia la sensación de que el envidioso podría y debería tener todo lo bueno de los otros. Es decir, si usted le envidia la mujer al otro, debería aceptar todo lo que el otro es, quiere, piensa y siente, y por lo tanto dejar de lado todas las cosas que tú quieres, piensas, sientes. Más simple tendrías que dejar de ser “Tú” y convertirte en el otro, esto algo que nadie está dispuesto a hacer.

Y lo anterior es difícil cuando no imposible, porque todos nosotros queremos tener y disfrutar las ventajas del otro, pero siempre a partir de la propia concepción de uno. Cuantos de nosotros estamos dispuesto a decir: «eliminen mi nombre de esa lista e inscriban al otro, porque yo lo que quiero es ser yo, pero con lo del otro». El ser humano corroído por la envidia viviría en el mejor de los mundos si pudiera lograr una disociación con el otro, es decir, quitarle para sí toda la parte que no le gusta y quedarse sólo con lo que le gusta, todo esto sin pensar que todos los bienes y beneficios que una persona posee lo adquiere pagando un determinado precio y que al final todo tiene costo en la vida. (Continuará)

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