Nadie podrá herirte sin tu consentimiento, si sabes qué hacer para detener las agresiones...
Cuántas veces he visto a personas prepotentes y groseras, maltratar a otras personas, utilizando palabras ofensivas, degradan, sobajan y humillan a quienes se cruzan en su camino.
Mucha gente que recibe esta clase de trato reacciona de diferentes maneras; algunos lloran, se retuercen de dolor y terminan sintiéndose deshechos.
Otros, se tornan iracundos contestando con el mismo tono agresivo al “agresor”. En cualquiera de los casos, el impacto de esta clase de palabras que ofenden, entra de lleno al alma y al corazón de quien las recibe.
En una ocasión, conocí a una “pobre mujer”, así la determiné, luego del incidente con ella. Era una mujer de más edad que la mía, quien seguramente llevaba una vida muy deprimente y por lo mismo, se sentía muy enojada y frustrada con su vida.
Sin entrar en detalles, era de esa clase de personas que ante algo que detectaba como molesto, era motivo para que soltara un arsenal de críticas, insultos a quien considerara el origen de su “mal-estar”.
Era una persona tan desagradable que se pasaba los días buscando lo que estaba mal en los demás, para volcar en ellos, su odio acumulado por años.
Desafortunadamente, para el resto de nosotros que tenemos que toparnos con estos “especimenes”, es difícil no dejarnos llevar por su mala actitud, y caemos en el juego que ellos juegan en el que “están bien” y nosotros “defectuosos”.
Desde el esposo que maltrata psicológicamente a su mujer, el jefe que insulta a sus empleados, el maestro que lastima el amor propio de sus alumnos, todos estamos expuestos. Pero qué importante sería aprender a que ese veneno letal no haga mella en nuestro ser.
Es difícil, lo se; pero podríamos cambiar nuestra actitud de sentirnos agredidos, torpes, buenos para nada, a detener esos dardos venenosos con un escudo o barrera de pensamientos, donde cuestionemos los motivos por los que esa persona se atreve a querer herirnos.
Los motivos ocultos pueden ser uno o varios de los siguientes:
1. No puede ver que otra persona (o sea uno) sea mejor que él en algún campo en el que él o ella se siente inferior.
2. Le amenaza nuestro éxito y felicidad. La envidia.
3. Como se siente inferior al resto de los mortales, trata de sentirse “superior” infundiendo temor.
4. Está lleno de resentimiento por algo que considera que le ha pasado y que piensa no se merece.
5. Responsabiliza a todos menos a él mismo de sus errores. Es más cómodo para él.
6. No sabe cómo ser feliz.
En cualquiera de los casos, la única manera de no caer en su juego de destrucción, es pensar que él está peor que nosotros, y que la mejor manera de hacérselo sentir es no caer en sus provocaciones, haciéndonos responsables de la forma cómo reaccionamos a sus agresiones.
En aquella ocasión con la pobre mujer de la que hablábamos al principio, luego de escuchar toda la amargura de sus palabras pensé: “Debe ser terrible la vida de esta mujer, como para que pretenda hacerme daño”.
Luego supe que vivía al lado de su esposo a quien le dio una embolia que lo dejó paralizado del cuerpo. Ella tenía que cuidar de él, y mantenerlos a los dos. Ella vivía llena de amargura por este hecho, que consideraba injusto.
Sé que cuando es un familiar el que nos agrede, es más difícil convivir con él. Lo que debemos hacer es cerrar nuestros oídos a sus ofensas y pensar que no le vamos a dar el gusto de hacernos sentir mal. El que está mal es él.
No es conveniente enfrascarnos en una discusión, porque no vamos a obtener nada, más que más agresiones. Una vez que esté gritando, es preferible pensar que no estamos de acuerdo en las cosas que dice de nosotros, y restarle importancia a sus palabras.
Si se puede y el otro lo permite, ya estando tranquilo, hay que decirle que no estamos dispuestos a recibir más humillaciones, y que si las cosas siguen así, no podremos seguir a su lado.
Tal vez sea tu esposo quien si no le obedeces, amenace con dejarte; o sea tu jefe quien amenace con despedirte…Pero ¿qué es preferible? Perder eso que temes o perder el respeto que te mereces?
Valdrá la pena seguir al lado de alguien que para sentirse bien, pretende ¿hacerte sentir miserable?
¿Hasta dónde puede otra persona herirte? Hasta donde tu le des crédito a sus palabras y a la opinión que tiene de ti.
Por Psic. Laura Reyes de Magallón
Terapeuta de adolescentes y adultos
lunes, 22 de febrero de 2010
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