PUERTO PRÍNCIPE (AFP) - El barrio comercial del centro de Puerto Príncipe, destruido por el terremoto, se encontraba este lunes en poder de los saqueadores, que en total impunidad buscaban su botín en las tiendas derruidas ante la ausencia de autoridades, constató un periodista de la AFP.
Un hombre está de pie sobre una montaña de cajas de zapatos tras el saqueos de tiendas en el centro de Puerto Príncipe el 18 de enero de 2010.
El barrio comercial del centro de Puerto Príncipe, destruido por el terremoto, se encontraba este lunes en poder de los saqueadores, que en total impunidad buscaban su botín en las tiendas derruidas ante la ausencia de autoridades Foto:nicholas kamm/AFP
En "Rue du centre" los saqueadores encuentran una perla rara: una tienda de telas que aún no ha sido robada. Una docena de hombres enmascarados escala las ruinas para entrar en el comercio. Los grandes rollos de tela son lanzados a sus compinches desde la cima de una montaña de escombros.
A diez metros del lugar, tres vigilantes privados apuntan con sus escopetas a los ladrones, para disuadirlos de atacar el almacén de ropa que protegen, uno de los pocos que aún quedan en pie.
Los saqueadores se van tranquilamente con los rollos de tela al hombro. En una calle adyacente suena un disparo. Corren. Y vuelven, con calma, a terminar el trabajo con total impunidad. Un segundo disparo tampoco los disuade en su delito.
Las telas robadas están estampadas con la bandera estadounidense, dólares o dibujos rosas.
En los alrededores de los ministerios y el palacio presidencial -ubicados en este barrio comercial que resultó dañado por el terremoto-, no se ve a ningún policía, rescatistas o soldado estadounidense de los que patrullan en vehículos Hummer la periferia de la capital.
A unos cientos de metros del Champs-de-Mars, donde miles de haitianos han encontrado refugio y el olor de muerte en la ruinas humeantes se hace insoportable, otros saqueadores, esta vez más jóvenes, se cuelan por las grietas de un edifico derruido.
Un hombre se arrastra entre los escombros de dos losas de hormigón fuertemente inclinadas. Con una de las manos llega a extraer, de una en una, hasta tres cajas de cartón que saca a la calle.
Sus amigos se lanzan sobre el nuevo tesoro: zapatos nuevos todavía envueltos en sus fundas de plástico. Hay sandalias y copias de zapatillas de fútbol de la marca Nike. Cinco hombres se pelean por recuperar el paquete, que quedó vacío en pocos segundos.
En el cruce de las calles "du centre" y "du miracle", otro hombre se aleja con un equipo de música nuevo, todavía empaquetado, frente a una pareja que saca botellas de champú de entre las ruinas de un local de estética.
Un hombre mayor asiste a la escena asqueado. "Quiero recuperar mis bienes en mi casa pero los ladrones me lo impiden. Ya me han robado casi todo: mi arroz, mis espaguetis, mi leche. Voy a hacer todo por salvar algo si es que aún es posible", cuenta desanimado.
Otro habitante del barrio se ha armado con una tabla de madera. Ordena a los saqueadores que dejen el lugar, sin éxito. "Es muy peligroso entrar en las ruinas de las tiendas que pueden derrumbarse. Y no hay que robar los bienes de los propietarios", explica Cheneil Basile, de 24 años.
Ante él, un joven revende uno de los dos pares de zapatillas Nike que acaba de robar. Pide 100 gourdes, el equivalente de tres dólares estadounidenses.
"Toda mi familia ha muerto. Ya no tengo nada para vivir", dice Donald, vestido con una camiseta azul, vaqueros negros y sandalias blancas. "No puedo comer nada. Es por eso que vendo las zapatillas".
lunes, 18 de enero de 2010
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