Por: José C. Novas
El pueblo de Jimaní existe desde la época colonial. La tradición oral de la región dice (sin nada que pueda confirmarlo) que sus primeros pobladores llegaron, al dividirse la isla en dos colonias, con un esclavista francés, al parecer con ínfulas de nobleza que se hacia llamar "el duke de Jimaní". El supuesto "sangre azul" se dedicó al corte de madera, el cultivo de la tierra y la crianza de animales.
Se sabe que en la zona hubo aborígenes antes de la llegada de los europeos y los esclavos, y que el Jimaní de la colonia con sus parajes adyacentes no pasó de ser un conjunto de ranchos de tabique, bohíos de yagua, viviendas de palma o en mejor de los caos casas de madera. La construcción basada en criterios de ingeniería no existió antes de la Era de Trujillo; la mampostería, el ladrillo y el cemento estuvieron ausentes hasta 1941 cuando el Dictador, a raíz de la masacre de 1937, ordenó poner en marcha el plan de "dominicanización fronteriza", y le introdujo el cemento, tuberías, ladrillos, varillas y pavimento a este olvidado pueblo.
A partir de "dominicanización" fueron construidas estructuras de solidez y tuvo Jimaní su fortaleza militar, edificios de aduanas, correo, palacio de justicia, hospital, mercado público, cámara de industria y comercio, dos escuelas publicas, reloj público, una iglesia, ayuntamiento, hotel, cuartel de policia, campo de pelota, cuerpo de bomberos, edificio de gobernación, partido dominicano, junta electoral y matadero municipal.
A esto se agrega la academia de música, un parque, acueducto, alumbrado eléctrico y alrededor de ochenta casas del tipo charlet. El pueblo tomó apecto de ciudad con calles rectas, aceras y contenes sólidos; lo que había antes pasó a ser "Jimaní viejo".
Jimaní ha producido profesionales en distintos campos del saber, buenos músicos, excelentes militares, es un pueblo con deseo de aportar al desarrollo de la nación. Aún, así se observa que aquel lugar sólo se expone en los medios cuando se produce una tragedia de grandes proporciones o crímenes escandalosos.
Recordar la tragedia del rio Soliel o rio Blanco la madrugada del 25 de Mayo del 2004, la reciente inundación del Lago Enriquillo y el actual terremoto que hizo polvo la capital de Haiti, confirma lo antes dicho. Con la crecida del rio Blanco, por primera vez Jimaní fue expuesto a nivel mundial, la televisión y medios escritos mostraron a centenares de muertos entre criollos y haitianos para elevar sus "ratings" y satisfacer el morbo amarillista, porque a pesar de la magnitud, en pocos dias esa tragedia fue echada al olvido. El año pasado, aunque sin perdidas de vidas que lamentar, las inundaciones del lago Enriquillo coparon por semanas los medios nacionales y algunos de ultramar, pero Jimaní en semanas regresó nivel estático.
Ahora la prensa expone miles de muertos y heridos haitianos entre los escombros de Puerto Principe, y Jimaní por su ubicación geográfica ha vuelto a recorrer el planeta a través de las noticias. Su hospital ha sido pilar en las labores de socorro y por él han pasado centenares de heridos a recibir atenciones; aún así el mundo desconoce que su director es el doctor Francis Moquete e ignora los sacrificios del personal que allí labora. Los medios no valoran las cosas desde ese ángulo de la tragedia, éstos héroes anónimos han dedicado sus servicios a Jimaní y en el caso del Dr. Moquete es testigo vivo de las tragedias que ha vivido ese pueblo en las pasadas décadas.
Es más conveniente para la prensa el sensacionalismo y sin que ello desmerite sus aportes, que el actor Vin Diesel o el cantante Ricky Martin pasen por el Palacio a saludar al Presidente antes o después de acudir en ayuda de los haitianos o resaltar que un artista o pelotero hizo una donación. Las noticias andan tras las audiencias, la tragedia; ni los verdaderos héroes les importan en ese caso. Si se va al fondo del asunto, rescatistas, paramédicos, transpotistas, pilotos y voluntarios en labores de rescate son los verdaderos protagonistas, pero algunos medios solo ven el símbolo de pesos.
Con la emergencia de Haiti hay miles próceres de los que nunca se sabrá nada. En el caso del personal en el hospital de Jimaní, estaban allí con cuando el rio Soliel se ensañó contra ellos. Como en este momento aciago para el pueblo haitiano, el sueño de los que trabajan en aquel centro de salud fue puesto de lado para cumplir con el juramento de Hipócrates.
Desde esta columna, que llegue al pecho del doctor Francis Moquete y su equipo de trabajo, la medalla de Honor al Mérito, por la entrega en tiempos difícilies. En hora buena al personal a los sacrificados del hospital general Melenciano en Jimaní.
*EL AUTOR es historiador y comunicador. Reside en Nueva Jersey, Estados Unidos.
lunes, 25 de enero de 2010
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