Hoy se cumple el veinticuatro aniversario de la tragedia de Armero en Colombia. El 13 de noviembre de 1985, a las 11:30 de la noche, una avalancha del río Lagunilla, ocasionada por la erupción del volcán Arenas del Nevado del Ruiz, borró del mapa la ciudad más importante del norte del Tolima, dejando un saldo de 26.000 muertos y más de 20.00 damnificados y heridos.
Sin lugar a dudas, el símbolo de aquella tragedia -que hasta el día de hoy sigue considerándose la de mayor magnitud en la historia de Colombia- fue Omaira Sánchez, una niña de 13 años del barrio Santander de Armero, que quedó atrapada entre rocas y ladrillos y que agonizó durante sesenta horas en el fango, víctima de una gangrena gaseosa.
Durante todo el tiempo que sobrevivió, la pequeña Omaira habló con los periodistas y con los socorristas y constantemente envió un mensaje de fe y esperanza, según recuerda en estos días el reportero Germán Santamaría, uno de los periodistas colombianos desplazados a la zona para cubrir la tragedia de Armero que realizó varias crónicas sobre el drama que estaba viviendo Omaira.
A pesar de todos los esfuerzos que realizaron los equipos de rescate, finalmente la niña se desvaneció y murió frente a las cámaras de televisión del mundo entero después de resistir tres días con el cuerpo atrapado hasta el cuello entre paredes y cadáveres, entre los que se encontraban el de su padre y el de la tía y la prima que los acompañaban a ella y a su hermano en ausencia de su madre.
La tragedia pudo haberse evitado. Desde octubre de 1984 existía la advertencia de una eventual erupción. De hecho, dos meses después se presentaron fumarolas, clara evidencia de lo que se estaba gestando. Además, entre febrero y octubre de 1985, los técnicos de Ingeominas acompañados por geólogos norteamericanos trabajaron en la zona y elaboraron un mapa preliminar de riesgo volcánico.
Veinte aniversario de la muerte de Omaira, que falleció atrapada en el lodo en la tragedia de Armero
El 24 de septiembre de 1985 el diputado de Caldas Hernando Arango alertó en la Cámara de Representantes a cuatro ministros sobre el peligro que se avecinaba. Muchos no le creyeron e incluso le tacharon de sensacionalista. 'Fue una tragedia anunciada, que provocó que la toma del Palacio de Justicia, ocurrida la semana anterior, pasara a un segundo plano en las noticias', recuerda Santamaría.
'¡QUE NUNCA MÁS ME VUELVA A PASAR!'
Aleida Garzón, la madre de Omaira, recuerda lo que tuvo que vivir en aquellos días. '¡Que nunca más me vuelva a pasar!', dice entre lágrimas. Nunca había salido de su ciudad, Armero, pero la naturaleza la traicionó ese noviembre de 1985, cuando vino a Bogotá para recoger los certificados que les garantizaba el ascenso de ayudantes a auxiliares de enfermería a ella y a sus compañeras del hospital.
'Muere niña atrapada en Armero'. Este fue el titular de un diario de Bogotá que pudo leer en aquellos días. Debajo vio la foto de su hija Omaira. Sólo ese domingo 17, cuatro días después de la tragedia, supo que la niña de la que había oído hablar era la suya. 'Me le boté al muchacho que estaba leyendo el periódico y se lo arrebaté. ¿Qué pasó, que pasó? ¡Esa es mi niña, esa es mi niña!', recuerda.
Esta madre de 60 años nunca le recriminó a Dios pero sí a la madre naturaleza 'traicionera'. Aleida nunca quiso ver las imágenes que la televisión pasaba de Omaira aprisionada. La guardó en su recuerdo como la vio el día que la acompañó hasta el autobús antes de partir a Bogotá. Hoy vive en Bogotá junto a su hijo Alvaro Enrique, que hoy tiene 36 años.
'Omaira murió pensando que su hermanito había muerto y las personas que hablaron con ella me contaron que pedía que me ayudaran porque yo me iba a quedar sola'. Y sí se había quedado sola, su madre, su marido, su hermana y su sobrina habían muerto. 'No podía creer que todos se habían ido y me habían dejado. El cielo y la tierra se me juntaron. ¿Qué voy a hacer con el niño?', se preguntaba.
Alvaro Enrique, hoy un técnico en mantenimiento electrónico, pasó años odiando el ruido de los helicópteros. Decía que uno igual se oía en Armero el día en que su padre lo colgó de la puerta en medio de la oscuridad y el aguacero que envolvía al pueblo. Al lado de su hijo y en medio del trabajo como enfermera que le consiguieron desde el 22 de diciembre de 1985, Aleida se fue acostumbrando a la capital.
Volvió a Armero, no recuerda si en enero o febrero de 1986, 'porque no quería segur viviendo sin saber qué era lo que había pasado cuando ella salió del pueblo'. Con Fidel, uno del socorristas de Ibagué que acompañó la agonía de Omaira, puso la cruz en el plan donde quedó sepultada. Y desde hace 24 años, cada 28 de agosto, se para junto a esa cruz para celebrarle el cumpleaños.
LUGAR DE PEREGRINACION
Hoy en día, al lugar donde murió la niña llegan miles de personas para pedir milagros. Amparo Acevedo, por ejemplo, la visita sin falta desde 1995, pues asegura que Omaira le hizo el milagro de salvar a su hija Lina. Cuenta que cuando su pequeña tenía dos años, le atacó una fiebre de 38 grados que le causó convulsiones, fuertes dolores de cabeza y malestares que le impedían caminar normalmente.
'A mi hija la examinaron los especialistas en Bogotá, Ibagué y Giradot. Pero ninguno descubrió las causas de su enfermedad y menos una medicina', recuerda Amparo al diario local 'El Tiempo'. Por eso no se cansa de decir que el milagro de ver curada a su hija se lo debe a Omaira Sánchez. Dos domingos, cada mes, acude, en compañía de Lina, a las ruinas de Armero donde reposan los restos de Omaira.
Pero la devoción no es solo de Amparo ya que miles de personas visitan frecuentemente la tumba con la esperanza de que Omaira les conceda un milagro. Hoy se ven más de cien placas de agradecimiento por los favores recibidos donde se puede leer 'Gracias por escuchar nuestros ruegos y súplicas por el bienestar y salud de nuestra hija'. 'Seguimos confiando en ti. Gracias por interceder ante el Padre'.
Días después de la avalancha, los cuerpos de socorro lograron rescatar con vida a Omaira Medina. En la actualidad tiene 42 años y en el momento de la tragedia estaba embarazada de tres meses. Sus piernas no le respondían al permaneció tres días atrapada bajo el lodo. Ante la gravedad de sus heridas los médicos tuvieron que amputarle las dos piernas.
El sufrimiento de Omaira Sánchez, que al igual que ella estuvo enterrada en vida, la llenó de motivos para vivir. 'Siento que de una u otra manera estoy aferrada a Omaira. Siempre la he sentido muy cerca', recuerda emocionada Omaira Medina. 'Creí que debido a mi discapacidad no sería madre. Hoy tengo dos bellas niñas', añade en declaraciones recogidas por Europa Press.
lunes, 16 de noviembre de 2009
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