miércoles, 21 de octubre de 2009

Un tema candente


El Problema Haitiano: Resbalar hacia un seto

Por Henry Striddels

Hacen dos años, poco más o menos, que comencé a externar mi preocupación sobre la presión que ejercería el black caucus demócrata acerca de Haití y sus problemas, de ganar en las elecciones estadounidenses en noviembre del 2008. Para entonces recuerdo haber dicho que hubiese preferido a Hillary como presidente de los Estados Unidos ya que con ella teníamos UN POCO MÁS DE POSIBILIDADES de que el problema dominico-haitiano no se volviera un dolor de cabeza para el país. Insistí en la idea, aunque ello no fue muy tomado en cuenta en esos momentos. Pero, como suelo decir frecuentemente, "todo el que resbala mucho...resbala hacia un seto". Ahora, aquí tenemos a Clinton, Carter y el black caucus demócrata tras bastidores, sosteniendo la agenda exagerada de que la migración haitiana es indetenible. No dicen nada nuevo, lamentablemente. Critican pero no dan una solución al problema, por lo que el comentario suena mal, muy mal.

La situación es muy preocupante, no sólo en el ámbito político, sino en el ámbito cultural, por los riegos que supone para ambas naciones: desaparecer con todo y historia. Una irrefrenable migración haitiana hacia el país, eventualmente creará una migración, aunque menor, dominicana hacia Haití. Más que eso, la influencia haitiana también creará, eventualmente, una modificación del idioma español convirtiéndolo en papiamento y con ello vendrá la dependencia total. Eso es doloroso. Primero, porque para entonces la educación y el conocimiento se harán más elitistas. Segundo, porque de todas maneras todo lo se escribió en francés y en español no será asequible a la masa del futuro y terminará olvidándose. Creo haber mencionado eso, días atrás.

La República Dominicana, o más exactamente, lo dominicano, vive momentos muy peligrosos en su existencia. Un gobierno dividido, incapaz de iniciativas, sosteniendo una economía espúrea, falsa, llena de préstamos, haraganería y clientelismo, de espalda a un sentido nacionalista real y efectivo, un gobierno que no sabe lo que es educación y sigue la tradición de Balaguer de no invertir en ella; un congreso lleno de tramposos y vende-patrias, una judicatura que no le interesa hacer un estado de derecho, todo ello crea innumerables frentes políticos los cuales sólo la opinión pública urbana (mas no la rural, la cual es la gran masa dominicana) trata de enfrentar, sin poder, dada su variedad y magnitud. En medio de todo ello, ahora explota el caso haitiano.

El país no está ni organizado, ni maduro políticamente para enfrentar este reto que podría destruir lo dominicano, que podría eliminar en el futuro, cuando se necesite, prácticamente toda expresión cultural, literaria, científica y popular que ahora nos define como pueblo. Este es un punto que no debe ser tomado a la ligera, como es tan usual en el país (siguiendo aquello de que "lo que no mata, engorda"). Nos estamos corriendo el riesgo de que los nietos de nuestros nietos no puedan leer lo que hoy escribimos, no puedan entender el viacrucis cultural que hemos vivido y repitan sin control los desafueros que venimos cometiendo desde el principio. Lo que hoy está pasando es serio. Muy serio. Por favor, no lo tomen a la ligera.

Haití fue una gran nación en el siglo XVIII, ciento cincuenta años después no solo era uno de los países más pobre del mundo sino que además, ya casi nadie hablaba el idioma de entonces. Eso fue sin contaminación cultural externa, por inercia social propia. Lo de ahora es peor. Tenemos que estimular la lucha por un Haití, haitiano, y comenzar la nuestra por hacer a nuestro país, más y más dominicano. Ellos allá, haitianos, nosotros aquí, dominicanos.

Si realmente queremos nuestros hijos, debemos seriamente pensar en sus futuros. No hacemos nada pagando grandes sumas de dineros en educación para que luego las cosas tomen un giro donde la educación sofisticada sea innecesaria. Si la ideología dominicana no se perpetúa, nuestros hijos serán zombies culturales, vagando por un mundo de insatisfacciones, de incomodidades, de sentirse extranjeros en cualquier lugar del planeta. No creo que ellos merezcan esa suerte, pese a que cada día ello se aproxima más.

No cedamos a la fuerza de la indolencia, la haraganería, la timidez, la pasividad, en fin, la irresponsabilidad. Es hora de que comencemos a promover cambios radicales en el país. Las cosas no están para cogerse suaves. Si no valoramos lo que tenemos, no esperemos que los demás lo harán. Estados Unidos, by default, no puede ser más dominicano que nosotros. Toda agenda estadounidense, by default, repito, "hala para su banda", no para los intereses de cualquier país extranjero. Si no "halamos" firmemente para "nuestra bandas" nuestros hijos y sus proles pagarán el precio. De eso estoy seguro.

Es hora de ceder a la inactividad. Debemos luchar para que las clases que tradicionalmente se han mantenido ausentes del panorama político activo, como son las clases acomodadas, los grupos religiosos y sus apéndices, la gran masa rural (quien vive como si fuera para que la cuenten en el censo cada diez años) y otras fuerzas sociales auténticamente dominicanas dormidas en el dolor y la pesadumbre del desastre nacional ahora endémico, despierten política y activamente para cambiar el país. Es una lucha que durará años en obtener resultados, pero que no podemos, definitivamente, postergar.

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