La misma y lamentable historia
Por: Ramón Tejeda Read
En Venezuela, en 1975, un maestro de música empezó a recoger niños de la calle para formar una orquesta con aquéllos y aquéllas con vocación musical.
En poco tiempo, la experiencia iniciada daba vueltas por el mundo y recibía apoyo y reconocimiento.
Cientos, miles ya, han pasado por aquella experiencia y muchos de ellos ya son directores y músicos reconocidos.
En Inglaterra, un joven músico inició un proyecto para formar coros con niños y niñas pobres. Era una manera, decía, de enfrentar la violencia y la delincuencia juvenil.
Cuarenta millones de libras esterlinas aportadas por el Estado sirvieron para la realización del proyecto que ya va para largo.
Las historias son muchas y todas vienen a cuento porque en nuestro país ha ocurrido a la inversa.
Esto es, las academias de música de nuestros municipios empezaron a languidecer con las administraciones balagueristas (junto con todo el sistema educativo nacional) y décadas después de deterioro y descuido lo que dejan hoy es un sabor a desastre.
Timidísimos esfuerzos para enderezar el camino no sirven para nada, sobretodo si no son parte de políticas estatales claras, dirigidas y sostenidas. No pasan de los buenos deseos, en el mejor de los casos, y de la improvisación, casi siempre.
Campos e instalaciones deportivas tenemos muchos. Y técnicos suficientes para iniciar una revolución que saque de la miseria espiritual, del camino de la delincuencia, a millares de jóvenes abandonados a su suerte.
Pero faltan las políticas y, si no, faltan los fondos. Es decir, falta el Estado dando la coherencia necesaria a los esfuerzos individuales.
En fin, la misma y lamentable historia.
miércoles, 28 de octubre de 2009
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