Hay muchos norteamericanos que mantienen que George W. Bush se ha marchado de rositas y que Barack Obama debería dejarle de proteger y permitir que en el Congreso comience el proceso de castigo público e incluso criminal contra el antiguo presidente y su equipo de gobierno.
W acaba de dar a sus críticos una nueva excusa porque este fin de semana se ha presentado en una ferretería de los alrededores de Dallas, donde ahora vive, y le dijo de sopetón a la cajera que le recibió: “Hola, estoy buscando trabajo”. La gracia fue seguida de un guiño y esa sonrisa que suele poner cuando se cree divertido.
No está en el paro el ex presidente, como lo están casi 12 millones de norteamericanos en este momento, ni tampoco tiene problemas económicos para pagar su nueva hipoteca, como sí lo tienen cerca de 9 millones de propietarios de hogares que ya han recibido una carta de su banco de que se les han acabado las oportunidades.
Además tiene asegurados los 400.000 dólares que percibe de jubilación anual, algo que no tienen garantizado los millones de estadounidenses que reciben un cada vez más menguante cheque de la Seguridad Social.
No debería Bush hacer ninguna broma ni defender por un día más sus ocho años en Washington porque con ello da argumentos a los muchos políticos demócratas en el Congreso que quieren juzgarle públicamente como el responsable de la actual crisis inmobiliaria, económica, financiera, los grandes déficits y el desempleo sin freno. Y por otras muchas cosas más como Guantánamo, la prisión de Abu Ghraib y sus torturas, la guerra en Irak, el desastre de Afganistán, el 11 de septiembre, el conflicto permanente en Gaza, Chad y su genocidio y la violación de tantas libertades fundamentales durante la lucha contra el terrorismo. Esta semana, Obama presenta su primer presupuesto y aprovechará la oportunidad para recordar a los estadounidenses que su antecesor es, en buena parte, el culpable de la actual bancarrota nacional que vive la economía nacional. Y les dirá que el déficit para el próximo año alcanzará los 1,3 billones de dólares a consecuencia de los costes de los distintos planes de rescate y SOS del último año. Y de la guerra de Irak, que aunque fuera de las pantallas de la televisión, todavía sigue costando más de 100.000 millones de dólares al año.
O que los recortes de impuestos de los ricos que Bush convirtió en su apuesta personal y única durante sus ocho años de gobierno han permitido que muchos sigan viviendo en el lujo cuando hay tantos norteamericanos desesperados porque han perdido su puesto de trabajo y sus cuentas corrientes se agotan.
En los últimos meses, esta nación ha debido comprometer 10, 8 billones de dólares para poner una inmensa tirita en las heridas ecómicas que Bush no supo curar a tiempo. Dinero que, como no se tiene en caja, hay que pedirlo a algún sitio y China vuelve a presentarse voluntaria a ser el banquero de Estados Unidos (asegurándose así que ningún gobierno norteamericano, ni este ni los futuros, se atreva a criticar sus violaciones de derechos humanos).
Es muy posible que algún día la guerra de Irak termine, que el conflicto en Afganistán se resuelva y que la cárcel de Guantánamo sea destruida por las excavadoras. Pero el mayor legado de Bush será su amateurismo en cuestiones económicas porque gracias a su malgobierno esta nación arrastrará déficits inmensos que todos los niños que un día estudien en los libros de historia que sus padres tuvieron un presidente llamado George W. Bush seguirán pagando.
lunes, 26 de octubre de 2009
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