Por: Roberto Rodríguez Marchena
¿Tan mal iban los negocios de ciertos grupos económicos hondureños en el gobierno del Presidente Zelaya que había que tumbarlo sin esperar que terminara su mandato en enero próximo?
¿Por qué esos grupos económicos y políticos de derecha no intentaron derrotar al Presidente Zelaya, al que acusan de habérseles escapado de su control y de optar preferentemente por los pobres, a “votazos limpios” en la consulta de la “cuarta urna” en las programadas votaciones del domingo pasado? ¿Dar un golpe de estado para impedir una consulta que autorizaría otra consulta sobre si procedía o no una asamblea constituyente, en un país que celebrará elecciones en noviembre y cuyo presidente no puede reelegirse y abandonará el cargo en enero próximo?
¿Calculó mal, se precipitó la derecha económica, política y militar hondureña? ¿Es tan torpe, provinciana y “desconectada” que no imaginó el rechazo de toda la comunidad internacional? ¿No le importó que sea Obama y no Bush el actual presidente de los Estados Unidos?
¿Intentará la derecha golpista mantenerse en el poder hasta las elecciones presidenciales, municipales y legislativas de noviembre para garantizarse que no gane otro Zelaya? ¿Tiene control de la situación interna? ¿Por cuánto tiempo podrá resistir? ¿Con quiénes cuenta para sostenerse en el poder?
¿Volverá Zelaya a ocupar la presidencia? Parece que sí. La pregunta es cuándo. ¿Este jueves, dentro de un mes, dos meses? ¿Negociará Zelaya su reinstalación como presidente, buscará reconciliarse con los grupos que le tumbaron como era su intención dos días antes del golpe, según adelantó en una entrevista al diario español El País? ¿O la “salida” podría ser ni Zelaya ni Micheletti, sino un tercero, “aceptado por las dos partes en conflicto, que garantice el retorno a la democracia y devuelva la paz al pueblo de Honduras”? Si a Zelaya no le permiten ingresar a su país este jueves o lo apresan a su llegada, ¿qué podría pasar?
Por lo que ocurra en los próximos días y semanas sabremos si la derecha económica y política en Honduras cometió un “error suicida” como tituló Fidel Castro su más reciente reflexión o, en cambio, asistimos al renacimiento de la versión gorila de la derecha en América Latina. Porque los apoyos y las verdaderas razones del golpe de estado hondureño podrían estar ocultos y –sin saberlo todavía- encontrarse no sólo Honduras, sino América Latina, en un punto de inflexión en el reordenamiento económico y político que viene produciéndose, con sus aciertos y errores.
Lo ocurrido recientemente en Panamá y Argentina, antes en Bolivia y Venezuela, y lo que podría suceder en Chile, indican claramente que la derecha económica y política latinoamericana y caribeña ha entendido que tiene que activar sus fuerzas económicas y mediáticas para evitar que surjan y se mantengan gobiernos que reduzcan sus privilegios, pretendan reducir la evasión fiscal y apliquen políticas redistributivas a sus expensas. Esa derecha –que prefería a McCain, no a Obama- es muy consciente de que no puede contar con el gobierno de los Estados Unidos porque su atención está en otros lugares del planeta, además de su propia gente y negocios, diezmados por la deuda pública insostenible, la recesión y el desempleo.
¿Tan mal iban los negocios de ciertos grupos económicos hondureños en el gobierno del Presidente Zelaya que había que tumbarlo sin esperar que terminara su mandato en enero próximo?
¿Por qué esos grupos económicos y políticos de derecha no intentaron derrotar al Presidente Zelaya, al que acusan de habérseles escapado de su control y de optar preferentemente por los pobres, a “votazos limpios” en la consulta de la “cuarta urna” en las programadas votaciones del domingo pasado? ¿Dar un golpe de estado para impedir una consulta que autorizaría otra consulta sobre si procedía o no una asamblea constituyente, en un país que celebrará elecciones en noviembre y cuyo presidente no puede reelegirse y abandonará el cargo en enero próximo?
¿Calculó mal, se precipitó la derecha económica, política y militar hondureña? ¿Es tan torpe, provinciana y “desconectada” que no imaginó el rechazo de toda la comunidad internacional? ¿No le importó que sea Obama y no Bush el actual presidente de los Estados Unidos?
¿Intentará la derecha golpista mantenerse en el poder hasta las elecciones presidenciales, municipales y legislativas de noviembre para garantizarse que no gane otro Zelaya? ¿Tiene control de la situación interna? ¿Por cuánto tiempo podrá resistir? ¿Con quiénes cuenta para sostenerse en el poder?
¿Volverá Zelaya a ocupar la presidencia? Parece que sí. La pregunta es cuándo. ¿Este jueves, dentro de un mes, dos meses? ¿Negociará Zelaya su reinstalación como presidente, buscará reconciliarse con los grupos que le tumbaron como era su intención dos días antes del golpe, según adelantó en una entrevista al diario español El País? ¿O la “salida” podría ser ni Zelaya ni Micheletti, sino un tercero, “aceptado por las dos partes en conflicto, que garantice el retorno a la democracia y devuelva la paz al pueblo de Honduras”? Si a Zelaya no le permiten ingresar a su país este jueves o lo apresan a su llegada, ¿qué podría pasar?
Por lo que ocurra en los próximos días y semanas sabremos si la derecha económica y política en Honduras cometió un “error suicida” como tituló Fidel Castro su más reciente reflexión o, en cambio, asistimos al renacimiento de la versión gorila de la derecha en América Latina. Porque los apoyos y las verdaderas razones del golpe de estado hondureño podrían estar ocultos y –sin saberlo todavía- encontrarse no sólo Honduras, sino América Latina, en un punto de inflexión en el reordenamiento económico y político que viene produciéndose, con sus aciertos y errores.
Lo ocurrido recientemente en Panamá y Argentina, antes en Bolivia y Venezuela, y lo que podría suceder en Chile, indican claramente que la derecha económica y política latinoamericana y caribeña ha entendido que tiene que activar sus fuerzas económicas y mediáticas para evitar que surjan y se mantengan gobiernos que reduzcan sus privilegios, pretendan reducir la evasión fiscal y apliquen políticas redistributivas a sus expensas. Esa derecha –que prefería a McCain, no a Obama- es muy consciente de que no puede contar con el gobierno de los Estados Unidos porque su atención está en otros lugares del planeta, además de su propia gente y negocios, diezmados por la deuda pública insostenible, la recesión y el desempleo.
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