Por: Tiberio CastellanosHe recordado, en estos días, unos versos de Juán Ramón Jiménez:
"Naranjos en cielo azul,
calle de los marineros,
qué verdes están tus árboles,
qué alegre tienes el cielo".
Y pienso que no los escribió ni cuando vivió aqui, en Coral Gables, ni luego en sus años de Puerto Rico. Porque, me parece, que esto de cielos alegres debe ser una realidad de los dias claros en esos climas fríos y nubosos, No por aquí en el trópico o cuasi. Donde el mucho sol y el calor no hacen, precisamente, los cielos muy alegres.
No, he recordado estos versos por el extraordinario verdor que noto en los árboles de Miami esta primavera. Es un verde tan juvenil (debía decir tierno) y tan limpio, que parece acariciar la vista. Sobre todo en caobas y almendros. Otros árboles del patio no tienen esa magia del cambio anual de traje, y el flamboyán, que también está en eso, tardará todavía una o dos semanas para vestirse de nuevo.
Debo advertir, que en años anteriores no capté esta bella y curiosa realidad. Pienso que, tal vez por estar yo envejeciendo y haciéndome cada vez mas lento en todo, he podido obervar con más detalles, el fenomeno este año. Y también pienso que esto pueda tener alguna relación con la sequía que nos azota y que nos ha traido (horror) hasta un mayo sin lluvias. Algún amor dirá (me permito así evocar a Pedro Mir), que no hay nada mejor que la lluvia para darle vida a los árboles. Y estará en lo cierto. Este amor, no obstante, habrá observado que gracias a la sequia tendremos este año una fenomenal cosecha de mangos.
Un abrazo,
Tiberio Castellanos
"Naranjos en cielo azul,
calle de los marineros,
qué verdes están tus árboles,
qué alegre tienes el cielo".
Y pienso que no los escribió ni cuando vivió aqui, en Coral Gables, ni luego en sus años de Puerto Rico. Porque, me parece, que esto de cielos alegres debe ser una realidad de los dias claros en esos climas fríos y nubosos, No por aquí en el trópico o cuasi. Donde el mucho sol y el calor no hacen, precisamente, los cielos muy alegres.
No, he recordado estos versos por el extraordinario verdor que noto en los árboles de Miami esta primavera. Es un verde tan juvenil (debía decir tierno) y tan limpio, que parece acariciar la vista. Sobre todo en caobas y almendros. Otros árboles del patio no tienen esa magia del cambio anual de traje, y el flamboyán, que también está en eso, tardará todavía una o dos semanas para vestirse de nuevo.
Debo advertir, que en años anteriores no capté esta bella y curiosa realidad. Pienso que, tal vez por estar yo envejeciendo y haciéndome cada vez mas lento en todo, he podido obervar con más detalles, el fenomeno este año. Y también pienso que esto pueda tener alguna relación con la sequía que nos azota y que nos ha traido (horror) hasta un mayo sin lluvias. Algún amor dirá (me permito así evocar a Pedro Mir), que no hay nada mejor que la lluvia para darle vida a los árboles. Y estará en lo cierto. Este amor, no obstante, habrá observado que gracias a la sequia tendremos este año una fenomenal cosecha de mangos.
Un abrazo,
Tiberio Castellanos


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