lunes, 18 de mayo de 2009

Del jus sanguinis al jus ridiculus

De haberse implantado el llamado jus sanguinis desde la fundación de la República no serían dominicanos muchos de los padres de la Patria, empezando por el Fundador, que era hijo de inmigrantes españoles.

Y, para no dar muchas vueltas por la Historia, habría que decir que no lo serían tampoco Joaquín Balaguer, ni Juan Bosch, ni Peña Gómez, por cuyas venas corría también sangre de inmigrantes.


No lo serían el estupendo Gastón Deligne ni su hermano Rafael y no lo sería tampoco el Poeta Nacional Pedro Mir, hijo de un cubano y una puertorriqueña.No lo serían los Espaillat, los Bogaert, los Reid, Risk, Read, Heinsen, Echavarría, Bengoa, Marchena, Ricart, Maggiolo…, ni los hijos de palestinos, libaneses, sirios, ni los cocolos y toda la multitud de hijos de inmigrantes que han poblado y enriquecido nuestra tierra por los siglos de nuestra Historia.


Por más que se quiera, el jus sanguinis que se pretende establecer en la Constitución ¡hasta con el apoyo perredeista que ahora olvida el rechazo de ciertos sectores contra su líder máximo porque tenía ascendencia haitiana!, va en realidad dirigido a poner trabas a esa impronta en el país.Ni más ni menos.


No preocupan los inmigrantes de otros países. Preocupa esa “invasión pacífica”, como llaman, desde que los teóricos del trujillato acuñaron la frase, a ese proceso iniciado con la invasión estadounidense de 1916, que necesitaba mano de obra barata para los ingenios y los invasores la fueron a buscar a Haití.


Porque la inmigración, se olvida, es también un proceso enriquecedor, sobretodo ésa que se da en forma de mano de obra barata que va a producir riqueza para empresarios, inversionistas y terratenientes que no cesan de hacer acumulación capitalista.


Nuestra incapacidad para establecer políticas de inmigración adecuadas, que garanticen los derechos de TODOS los inmigrantes, nos lleva a proponer políticas de lo absurdo que no hacen sino favorecer la ilegalidad, la informalidad, la exclusión, la marginalidad.


En esa situación de ilegalidad, informalidad, exclusión y marginalidad se abarata más la mano de obra (nada casual ni inocente) y crecen la extorsión, la corrupción y el autoritarismo.Así vamos del jus solis al jus sanguinis, pasando por el jus ridiculus.

1 comentario:

  1. Estupendo!!. No podría ser de otra forma. Como siempre Ramón escribe con sencillez y profundidad. Un fuerte abrazo y los afectos de siempre.
    Tu eterno amigo, Carlos Pérez.

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