Pasadas las vacaciones y de vuelta al trabajo, vienen las definiciones y las decisiones. Y muchas, porque han venido acumulándose y los asuntos de la cotidianidad, indetenibles, complicándose cada día más.
Vencidos todos los plazos en el calendario, en el bolsillo y en el ánimo público, intentar aplazar esas definiciones y decisiones será siempre posible, sólo que a partir de ahora a mayor riesgo. Probablemente, una temeridad. El momento político, económico y social, ya tenso y expectante, se presenta en lo adelante delicado por incierto.
Todos –o muchos, para no exagerar, en su mejor traje o armadura, esperan que asuntos importantes, trascendentes, se definan y se decidan a satisfacción. Pero no están seguros de que así será. La duda reina. Y eso es terrible. Porque esperar lo bueno o deseado no agota, tan sólo un ejercicio de paciencia, lo inquietante es esperar expuesto a la eventualidad de no ser atendido.
Acción y de la buena se quiere y se espera de los poderes públicos. Ignorarlo, complica y provoca. La insatisfacción podría ahondarse aún más. El conflicto social y político podría escalar. Si alguna duda queda, sólo hay que ver lo que está pasando en otros países del mundo.
Hay recesión económica (salvo en la banca y en las comunicaciones) e indefinición política (hasta que se apruebe la nueva Constitución), muy pocos lo dudan.
El gobierno nacional y los legisladores están en la obligación de proveer las certidumbres que todos esperamos. Que la solidaridad y la prudencia los guíe!
Santo Domingo, 12 de abril de 2009
Vencidos todos los plazos en el calendario, en el bolsillo y en el ánimo público, intentar aplazar esas definiciones y decisiones será siempre posible, sólo que a partir de ahora a mayor riesgo. Probablemente, una temeridad. El momento político, económico y social, ya tenso y expectante, se presenta en lo adelante delicado por incierto.
Todos –o muchos, para no exagerar, en su mejor traje o armadura, esperan que asuntos importantes, trascendentes, se definan y se decidan a satisfacción. Pero no están seguros de que así será. La duda reina. Y eso es terrible. Porque esperar lo bueno o deseado no agota, tan sólo un ejercicio de paciencia, lo inquietante es esperar expuesto a la eventualidad de no ser atendido.
Acción y de la buena se quiere y se espera de los poderes públicos. Ignorarlo, complica y provoca. La insatisfacción podría ahondarse aún más. El conflicto social y político podría escalar. Si alguna duda queda, sólo hay que ver lo que está pasando en otros países del mundo.
Hay recesión económica (salvo en la banca y en las comunicaciones) e indefinición política (hasta que se apruebe la nueva Constitución), muy pocos lo dudan.
El gobierno nacional y los legisladores están en la obligación de proveer las certidumbres que todos esperamos. Que la solidaridad y la prudencia los guíe!
Santo Domingo, 12 de abril de 2009
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