EL PLD, los valores y la iniciativa de la Primera Dama
Por: Luis R. Decamps R.
El autor es abogado y profesor universitario
lrdecampsr@hotmail.com
No me importa que el PLD se haya transformado grotescamente, como moderna criatura del doctor Frankenstein, en lo contrario de lo que ideó y soñó su celebérrimo creador, el profesor Juan Bosch, símbolo enhiesto e inmarchitable de honestidad, compromiso con las mejores causas y defensa intransigente de la dominicanidad.
No me importa que los antiguos discípulos del ilustre polígrafo de La Vega hayan olvidado las raíces históricamente liberales de la ideología y la praxis política de su organización, y que en la actualidad se encuentren en el apogeo de un maridaje feliz con el conservadurismo criollo de origen decimonónico y los “poderes fácticos” que éste amorosamente amamanta.
No me importa que los señoritos iniciáticos del PLD, que en el período de “construcción” de su entidad hicieron fama de ser política e intelectualmente soberbios pero cuyo amor por el conocimiento y la verdad los eximía de toda imputación de perversidad, hayan terminado transmutados en individuos muy pobres -casi desamparados- desde el punto de vista ético y cultural.
No me importa que los principales líderes del peledeísmo, que originalmente eran jóvenes social y económicamente humildes o de clase media, se hayan convertido en potentados de rostros tiránicos, jerarcas de gustos amanerados, sibaritas de la tercera edad o fogosos amantes de la plutocracia.
No me importa que los hombres y la mujeres del partido de la bandera morada y la estrella amarilla hayan abandonado el ideario humanista, justiciero e íntegro de Bosch, y que llegaran al poder en 1996 (en un acto de doblez que la posteridad algún día les reclamará sin posibilidad de expiación) apoyándose en las fuerzas sociales y políticas que tanto combatió el descollante escritor y político que los formó.
No me importa que muchos añejos boschistas entraran a su primer gobierno con chancletas y salieran de él en “jeepetas”.
No me importa que los peledeístas hayan ganado las elecciones de 2004 promoviendo, explotando y manipulando descaradamente una desgracia nacional no imputable en general al PRD y al gobierno de turno, y haciendo uso de las mentiras más escandalosamente vulgares e innobles.
No me importa que el oficialismo se mantuviera en el poder en 2008 instalando una costosísima dictadura mediática, repitiendo pedestres falsedades contra el PRD, haciendo uso desenfrenado de los recursos del Estado, traficando con la miseria de la gente y comprando conciencias y voluntades a diestro y siniestro.
No me importa que en nuestros días muchos dirigentes peledeístas se burlen de Bosch recordándolo despectivamente como “el viejo terco” o incurriendo en reiteradas inconductas personales y escandalizando cíclicamente al país con tantos desafueros en el tren gubernamental que nadie sabe en realidad en cuáles puertas de despacho es que ahora se detiene la corrupción.
No me importa que el doctor Leonel Fernández sea el presidente del PLD, y que por desventura haya lanzado al zafacón, sin remordimientos ni retortijones de conciencia, las enseñanzas de su insigne maestro.
No me importa que el actual líder máximo del PLD adoptara el discurso, el estilo, los métodos y las prácticas politiqueras que Bosch denunció durante más de dos décadas, y que eran propios del doctor Balaguer, el hombre que para aquel representaba ideológicamente lo regresivo, lo torcido, lo anti-ético y lo deleznable en la sociedad dominicana.
No me importa que la Primera Dama de la República sea una funcionaria informal con la que a veces me siento incómodo por su excesiva exposición pública y, además, porque erosiona nuestra institucionalidad manejando desde una entidad inorgánica recursos y programas arrebatados a otras instancias gubernamentales.
No importa que la doctora Cedeño sea dirigente de ese mismo PLD que tanto nos recuerda al “gatopardo” de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, y que inclusive en estos momentos se encuentre dentro de los del “número” (con matrícula y todo) en la posible lotería por la candidatura presidencial de esa entidad política.
No me importa que ni los peledeístas ni el presidente Fernández ni la señora esposa de éste (sin dudas, una mujer agradable, competente y exquisita cuyo glamour en ocasiones me recuerda al reino de Camelot) crean un pepino de la campaña pública sobre los valores que tiene “en antena” el Despacho de la Primera Dama.
No me importa si, sotto voce, todos ellos se ríen con la sorna del simulador cuando observan o escuchan el contenido del mensaje de referencia, o cuando leen las inocentadas que a veces escriben individuos tan “pendejos” como el autor de estas líneas.
Nada de eso me importa, insisto…
Lo que de cierto me importa, y mucho, es que la citada campaña es verdaderamente hermosa, aleccionadora y penetrante.
Lo que positivamente me importa es que tal campaña se ha puesto en marcha en una época en que nuestra sociedad cruje de inestabilidad espiritual y la gente buena grita todos los días de impotencia por las secuelas casi siempre deshonrosas o delictivas de la ausencia de valores.
Lo que me importa es que esa campaña se ejecuta en un tiempo en que la familia dominicana paulatinamente se desmorona tanto por la ausencia de buenos ejemplos como por el febril contagio y la constante glorificación de la racionalidad (ideas, sentimientos, costumbres y conductas) propia del hampa.
Por eso, simplemente por eso, al margen de cualquier otra consideración, apoyo esa campaña del Despacho de la Primera Dama…
Es decir, hoy tiro de la túnica política que habitualmente luzco y, sin desgarrarla, me despojo momentáneamente de ella: obviando concientemente los “deberes” de la militancia, proclamo sin ambages mi respaldo a esa iniciativa como ciudadano sencillo, como padre y como simple mortal que vive, ríe, sufre, llora y canta en esta media isla de nuestros amores.
Más aún: ruego, pido, exijo públicamente que esa campaña se continué, amplíe y diversifique, y que se difunda por todos los medios de comunicación de que disponemos como país. Todavía más: ruego, pido, exijo que sea llevada directamente a los barrios, a las escuelas, a las empresas, a los mercados, a los clubes, a los estadios y, en fin, a todos los lugares en los que haya alguna aglomeración de ciudadanos.
En lo que concierne a este tema, por favor seamos sólo dominicanos. Una de las tareas nacionales más trascendentales de la hora presente reside en contribuir a curar la sociedad dominicana de sus sangrantes heridas inmateriales para salvar la institución familiar y, con ello, tratar de garantizarles algo de porvenir a nuestros hijos y sus descendientes. Y la campaña de referencia es importante, muy importante para eso.
Por lo demás, reitero que no importa que el gato se esté robando la carne ni que su color no sea de nuestro agrado: en este momento lo primordial es que cace ratones… Para todo lo otro, pronto llegará el 2012, y las cuentas pendientes, a no dudar, se ajustarán…
No hay comentarios:
Publicar un comentario